Desde este viernes para poder entrar a museos, restaurantes u otros muchos lugares públicos de Italia es obligatorio presentar un documento (pasaporte sanitario, certificado, tarjeta verde) que consigna que su propietario está vacunado o libre de COVID-19.
«Creo que es una buena idea», reconoce turista estadounidense a la entrada de un museo, «porque hace que la gente que ha sido vacunada se sienta un poco más segura, así que sí, estoy de acuerdo».
Otra ciudadana, en este caso italiana, ve también la medida como algo «absolutamente necesario para la seguridad de todos».
Más de un turista ha sido rechazado ya por no presentar su certificado COVID, y las autoridades advierten de fuertes multas para todo aquel, cliente o encargado de establecimiento, que incumpla la norma.
Los ciudadanos italianos ya estaban sobre aviso: el Gobierno anunció la norma el pasado 22 de julio, y unos 50 millones de los 60 millones de residentes en Italia ya tenían el certificado a finales de ese mes.
Para obtenerlo, uno debe demostrar que ha recibido al menos una dosis de una vacuna contra el coronavirus aprobada para su uso en la Unión Europea, que se ha recuperado del COVID-19 en los últimos seis meses o que tiene resultados negativos de un análisis realizado en las 48 horas anteriores. Además de los expedidos por la Unión Europea, Italia aceptará también los certificados de vacunación expedidos por Estados Unidos, Canadá, Japón o Israel.
Francia sigue adelante
En Francia, y tras la aprobación por parte del Constitucional de la obligación de presentar, desde el próximo lunes, el famoso certificado, las protestas no han tardado en multiplicarse.
«Yo no puedo permitirme controlar a la gente», dice el propietario de un restaurante. «Eso es todo. No me atrevo, no puedo, no es mi papel».
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