Sábado en la mañana. Hay estacionamientos vacíos. Dejo al taxista esperándome en la calle Sánchez, entre la Arzobispo Nouel y la Padre Billini, y prosigo hasta esta última. Junto a la entrada de una vivienda, una maceta llena de flores alegra el ambiente.
Desde aquí veo la casa de esquina que busco: la Casa del Púlpito, también llamada del Pudín, construida en 1929. Ya frente a ella el sol me impide fotografiarla desde el mejor ángulo. Cruzo hacia la otra acera para mirar el llamativo balcón mirador que recuerda al púlpito de un templo.
La cúpula está revestida con fragmentos de cerámica policromada y soportada por delgadas columnas. Se la llama también Casa del Pudín, por la profusa decoración con diferentes elementos. Este tipo de balcón tipo púlpito ‘es único dentro de la arquitectura de la ciudad’. (Datos: Guía de Arquitectura Santo Domingo).
En esta esquina, según publica el IG ciudadcolonialrd, estuvo la Cruz de Regina, y en torno a ella se celebraban fiestas. La ciudad tuvo otras cruces, pero todas fueron destruidas a finales del siglo XIX.
Atravieso la calle. En la acera un empleado barre junto a la Casa del Pudín, en cuyo primer piso funciona el colmado ‘Familia Uno’, según responde. Las sillas apiladas en un rincón me sugieren que en las horas nocturnas aquí sirven cerveza bien fría. Desde el colmado y desde el salón de belleza a su lado en la Padre Billini se escucha música a un cierto volumen. Diríase que compiten a cuál se oye mejor.
Prosigo mi andadura. En la casa número 308 varios maceteros con plantas decoran la fachada. Da pena que transeúntes los usen de basurero. Camino con la vista hacia el suelo. Son muchos hoyos en esta cuadra de la Padre Billini, entre las calles Sánchez y José Reyes, donde las casas lucen pintadas, salvo alguna cuarteada. De repente oigo una voz: ‘Permiso’. Es una señora con un carrito de la compra. Vendrá del supermercado en El Conde. Al otro lado llama mi atención la casa 257 de la Padre Billini, de Antana Anticuario. Es que por su estrecha fachada contrasta con el resto.
La defecación de un perro me obliga a seguir mirando al suelo, mientras un grupo de turistas de habla inglesa, la mayoría en pantalones cortos, entra a la Iglesia Regina Angelorum. A su lado, una amplia plazoleta con un frondoso árbol y dos cafés con mesas al aire libre: el del Billini Hotel y el Corner Café, con lindas plantas.
Pregón
En el callejón Regina Angelorum la presencia de la naturaleza refresca el ambiente. En el tramo de calle que continúa hacia la José Reyes abundan maceteros y enredaderas. De repente un pregón rompe el silencio. Es un marchante que, montado en un triciclo, anuncia: ‘Hay aguacates, hay aguacatones, naranja aaaaaagria’… Su pregón me retrotrae décadas atrás cuando por la capital se escuchaban los pregones callejeros. Hoy apenas se oye alguno.
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