El próximo miércoles 14 de febrero coincidirán dos fechas importantes, ambas comparten algo en común: unen a las personas, que son el Miércoles de Ceniza y el Día de San Valentín.
Esta fecha para muchos la celebran con un momento de compartir, vivir el amor y recordar a las amistades, mientras que por otra parte también ese día será de un acto religioso, previo a la Semana Santa, lo cual realiza la abstinencia y el ayuno.
Este período que simboliza la prueba de Jesús al permanecer durante 40 días en el desierto.
En la misa de hoy los sacerdotes colocan a los cristianos católicos una cruz de ceniza en la frente, exclamando “Del polvo viniste y al polvo volverás”, la cual refleja que la vida en la tierra es pasajera.
En este tiempo de abstinencia y reflexión los feligreses se abstienen de comer carne los miércoles y viernes como muestra de sacrificio y ayuno y abstinencia. Es un tiempo de meditación, perdón y regocijo que precede a la Semana Santa y la Pascua.
¿De dónde proviene la ceniza que se coloca en la frente?
Esa ceniza es producto de la quema de los ramos de palma usados en la misa del Domingo de Ramos cuando comienza la Semana Santa.
Es decir, que esos ramos son conservados por casi un año, pues la Semana Santa es la última de la Cuaresma que dura 40 días.
Entonces los ramos son guardados hasta la próxima Cuaresma que inicia con el Miércoles de Ceniza, cuando se celebra una misa para la apertura oficial de ese período y en la que se le coloca a los feligreses la marca de una cruz en la frente con la ceniza, humedecida con agua destilada bendecida por los sacerdotes.
En otro orden, el 14 de febrero se relaciona intrínsecamente con el Día de los Enamorados o la festividad de San Valentín, la efeméride para celebrar el amor en distintas partes del mundo, con sus respectivas connotaciones.
La historia de esta celebración se remonta a Roma y a una leyenda. El cuento dice que durante el año 270 d.C., el gran imperio se encontraba en decadencia, debilitado y perdiendo batallas contra sus rivales. El emperador de entonces, Claudio III, consideró que los hombres casados rendían menos en los combates por estar emocionalmente ligados a sus familias.
Es por eso que, de inmediato, ordenó prohibir el matrimonio. Así fue que Valentín, un obispo cristiano, disconforme con aquella decisión, comenzó secretamente a unir en sagrado matrimonio a las parejas de jóvenes enamorados que acudían a él.
Cuando Claudio III se enteró detuvo al religioso y lo presionó para que renunciara al cristianismo. Ante su negativa, lo condenó a morir.
Fue durante las últimas semanas de su vida que uno de sus carceleros reconoció en Valentín a un hombre de letras y llevó a su hija Julia -ciega de nacimiento- para que recibiera lecciones de él.
Así, Valentín le leyó cuentos de la historia romana, le enseñó aritmética y le habló de Dios. Julia aprendió a ver el mundo a través de los ojos de Valentín, hasta que finalmente las sucesivas súplicas de la joven poder ver fueron escuchadas.
En la víspera de su muerte, Valentín le escribió una última carta a Julia pidiéndole que se mantuviera cerca de Dios y la firmó «De tu Valentín», sin saber que de esa manera daba origen a la tradición de enviar mensajes de amor en esta fecha tan particular.
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