Carolina del Norte no permite reuniones de más de 50 personas para evitar la propagación del coronavirus. Pero no se lo diga a Donald Trump.
El presidente reunió a varios miles de partidarios, la mayoría de ellos sin tapabocas, durante un acto en este estado clave para sus posibilidades de reelección.
“Hasta donde puedo ver”, dijo Trump, regocijándose con la cantidad de gente que burlaba los lineamientos de las autoridades sanitarias en el acto del martes. “Creo que hay más gente que hace cuatro años”.
El día previo, en Pensilvania, su rival demócrata Joe Biden había realizado un acto en el que acató todas las recomendaciones de los servicios sanitarios, en el patio de una casa. Su equipo cumple tan al pie de la letra esas recomendaciones que a veces sus asistentes salen de una sala si ven que violan los lineamientos.
“Extraño la oportunidad de estrechar las manos” de todos, dijo hace poco Biden a sus partidarios. “Eso no se puede hacer ahora”.
A menos de ocho semanas de las elecciones, Trump y Biden adoptan actitudes diametralmente opuestas en sus campañas durante la pandemia.
Y los contrastes van más allá de las posturas políticas. Promueven visiones diferentes para el país. Mientras Biden pone énfasis en la importancia de acatar las recomendaciones de las autoridades sanitarias, Trump despotrica contra ellas y dice, sin pruebas, que tienen motivaciones políticas.
“A propósito, su estado debería ser abierto”, dijo Trump en Carolina del Norte, un estado donde ha tenido encontronazos con su gobernador Roy Cooper, quien es demócrata, en torno a la suspensión de la Convención Nacional Republicana en Charlotte. “Son ustedes, Michigan y algunos más”, señaló Trump, aludiendo a estados indecisos gobernados por los demócratas.
Colaboradores y allegados a Trump dicen que el mandatario considera los actos de campaña como una manifestación de la reapertura que promueve. Cree que es vital para la economía y lo que quieren los votantes.
Afirma que los estados que plantean la necesidad de reanudar actividades de a poco harán a un lado esas precauciones después de las elecciones, cuando ya no puedan usar el tema de la cautela en su contra.
A Trump no le gustan mucho los actos al aire libre. Prefiere los estadios cerrados, con aire acondicionado y un ruido ensordecedor.
Pero a la luz de lo sucedido en un acto de junio en Tulsa, Oklahoma, en el que habló con tribunas semivacías después de pronosticar un lleno total, su campaña decidió hacer reuniones en pistas de aeropuertos y otros sitos abiertos.
Trump se mofa de la poca gente presente en los actos de Biden.
“Si había 200 personas, creo que es demasiado”, dijo Trump el martes.
Biden acata al pie de la letra las restricciones que impone cada estado. No más de 25 personas en Pensilvania, 50 en Michigan, uso obligatorio de barbijos.
El candidato demócrata nunca se ha sentido muy a gusto en los grandes escenarios y prefiere un contacto más directo con los representantes de sectores clave, como los sindicatos y los líderes barriales.
Cuando visitó hace poco Kenosha —la ciudad de Wisconsin donde la policía hirió de bala por la espalda a un afroamericano y posteriormente dos personas murieron, aparentemente baleadas por un adolescente, en disturbios durante manifestaciones de protestas contra la brutalidad policial—, Biden y su esposa Jill hicieron una parada en la casa de un partidario.
Estuvieron media hora allí, en el patio trasero, charlando con dos maestras y un individuo con hijos preocupado por la reanudación de clases en persona.DE AP
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