Las tumbas de los constitucionalistas que están ubicadas en el Museo al Cielo Abierto del Cementerio de la avenida Independencia se encuentran en mal estado debido al abandono por parte de las autoridades
Hace 57 años que soldados constitucionalistas emergieron como mártires al combatir a muerte y con escaso armamento de guerra a las fuerzas militares que querían evitar a cualquier precio el retorno de Juan Bosch a la presidencia.
Posteriormente sus figuras alcanzaron otra dimensión de gloria y dignidad al verse obligados a resistir durante meses los embates del Ejército invasor de Estados Unidos, considerado el más poderoso del mundo.
Sin embargo, varios de esos mismos hombres que dieron su vida por un ideal reposan actualmente en el Museo al Cielo Abierto del Cementerio de la avenida Independencia, con epitafios y nombres ilegibles producto del desgaste del tiempo y del abandono de sus tumbas que, al parecer, han sido olvidadas por las autoridades.
Nombres como el de Illio Capocci, Euclides Morillo, Jacques Viau y Domingo Antonio Peña (Peñita), entre otros, están hoy arropados por el polvo del tiempo pasado; mientras que las grietas de sus lápidas están, al parecer, echadas a la suerte.
La falta de pintura y mantenimiento, así como las cuarteaduras de sus inscripciones recrean un ambiente tétrico y solitario que prevalece con normalidad, en lo que debería ser un lugar de peregrinaje y conmemoraciones, sobre todo en estas fechas históricas.
El origen de la revuelta
Aquel 24 de abril de 1965 los constitucionalistas tenían como objetivo restablecer el orden democrático interrumpido el 25 de septiembre de 1963 cuando las Fuerzas Armadas derrocaron al presidente Juan Bosch, bajo el alegato de este ser comunista, al tiempo en que instauraba un triunvirato en el poder.
Este gobierno de facto estaba encabezado, primero por Emilio de los Santos que luego renunciaría a raíz del fusilamiento de Manolo Tavárez Justo y sus compañeros en el levantamiento de Las Manaclas, en diciembre de 1963; y luego presidido por Donald Reid Cabral, quien agudizaría la crisis económica y social del país.
El ideólogo de la Gesta de Abril era el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, quien había sido sacado del país como agregado militar designado en Chile. En su lugar, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó resaltó como líder indiscutible de la revuelta que terminó venciendo a las tropas del general Elías Wessin y Wessin durante la batalla del Puente Duarte, quienes se oponían al regreso de Bosch.
Una Guerra Patria
Cuatro días después, el 28 de abril de 1965, cuando la revuelta se había convertido en una victoria popular, el presidente de los EE.UU., Lyndon B. Johnson, declaró en un discurso que “Estados Unidos de Norteamérica no permitirá que un Estado comunista se posicione en el hemisferio occidental, evitaremos a toda costa que República Dominicana se convierta en una segunda Cuba”.
Bajo el pretexto de proteger ciudadanos norteamericanos residentes en el país, Johnson envió a 42,000 soldados e infantes, así como una flota de por lo menos 40 buques de guerra, dando inicio así a la Segunda Intervención Norteamericana en el país.
Caamaño Deñó se convirtió en el emblema de la resistencia patriótica, y fue nombrado presidente constitucional por el Congreso Nacional, por instrucciones de Bosch, quien se encontraba exiliado en Puerto Rico.
“La segunda Cuba”
La “segunda Cuba” y la “protección de ciudadanos norteamericanos”, eran las justificaciones que el presidente de los Estados Unidos argumentaba durante un discurso que se transmitía por televisión.
La complicidad de organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA), sirvieron de instrumento para consolidar la intervención de la primera potencia mundial.
La Fuerza Interamericana de Paz fue la punta de lanza orquestada por la OEA, en conjunto con aquellas dictaduras y gobiernos afines a los intereses estadounidenses.
La estructura de ese organismo estaba formada por dictadores como Castelo Branco, quien encabezó el envío de 1,250 tropas a República Dominicana en representación de Brasil; mientras que Oswaldo López Orellano, de Honduras, mandó a 250 soldados al suelo patrio; René Schick Gutiérrez, presidente títere de la dinastía Somoza, en Nicaragua, envió a 174 efectivos de su ejército; y por último, Francisco Orlich de Costa Rica, autorizó enviar a 20 agentes policiales. De esta manera diplomática y cínica se consumaba la segunda intervención estadounidense.
La muerte de Fernández Domínguez
En plena intervención extranjera, el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez y varios constitucionalistas planificaron la “Operación Lazo”, la cual buscaba retomar el control del Palacio Nacional.
Sin embargo, aquellos intentos resultaron infructuosos debido a los francotiradores norteamericanos que estaban ripostados en los alrededores.
El 19 de mayo de 1965, el coronel Fernández Domínguez, Juan Miguel Román, Euclides Morillo, Illio Capocci, José Domínguez y Ramón Tavárez, morirían por las balas de los invasores que los sorprenderían por la espalda.
Resistencia heroica
La imposición de un gobierno títere y paralelo al de los constitucionalistas, con influencias estadounidenses, liderado por Antonio Imbert Barrera, agudizó la matanza de dominicanos por las escaramuzas que se extendieron hasta septiembre.
Miles de ciudadanos, incluyendo de otras nacionalidades, ofrendaron sus vidas en las calles de Santo Domingo. Sobre todo los días 15 y 16 de junio, cuando se lanzó una extensa operación militar sobre la zona constitucionalista que buscaba barrer de una vez y por toda con toda resistencia posible.
No obstante, la firmeza de los constitucionalistas de resistir hasta las últimas circunstancias produjo una empatía generalizada.
Al respecto, Aníbal López, constitucionalista y miembro de los Hombres Rana, recordaría el arrojo que tuvieron todos sus compañeros. “El presidente Charles de Gaulle valoró nuestro coraje, valoró el arrojo y lo intrépido que éramos los Hombres Rana. Y no solo él, el mismo líder invasor, Bruce Palmer, nos respetaba y decía que éramos el baluarte del sacrificio”, relataría López a quien escribe durante una entrevista en 2019.
Finalmente, la guerra terminaría con la firma del Acta Institucional, auspiciada por la OEA, rubricada por Imbert Barrera y Caamaño Deñó, para alcanzar la paz, tomando juramento el 3 de septiembre como nuevo presidente interino, Héctor García Godoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario