Estados Unidos trató que Trujillo abandonara el poder.
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Todavía, al cumplirse mañana 63 años de la muerte de Rafael Leonidas Trujillo Molina, existe el enigma de quién en Estados Unidos ordenó su muerte: John F. Kennedy, quien asumió la presidencia el 20 de enero de 1961 o su antecesor David Eisenhower.
Sin embargo, se ha podido establecer, de acuerdo a los papeles desclasificados del Departamento de Estado estadounidense y de la Comisión Rockefeller que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para esa acción aportó apoyo material suministrándoles armas de fuego a los ajusticiadores de Trujillo.
Tampoco está claro a qué nivel se autorizó la muerte del gobernante dominicano.
Sí se sabe que existía o existe el Comité 40, que era o es una comisión integrada por cinco altos funcionarios del Gobierno de Estados Unidos, que funcionaba desde 1948 y que tenía la misión de autorizar y supervisar las operaciones encubiertas emprendidas por el Gobierno estadounidense a través de la CIA.
Otra cosa que no está clara es qué objetivo de la política exterior de los Estados Unidos habría servido en 1961 con el asesinato de Trujillo.
Sin embargo, todo parece indicar que era parte de una serie de eventos relacionados con la invasión de Bahía de Cochino a Cuba, que ocurrió el mes anterior, el 15 de abril de 1961.
Dejar el poder
Estados Unidos intentó que Trujillo abandonara el poder entre 1960 y 1961 y con tal propósito el presidente David Eisenhower envió varios emisarios.
El 9 de febrero de 1960 Eisenhower envió a Ciudad Trujillo una misión secreta encabezada por el senador George Smathers. Estuvo acompañado por el empresario William Pawley, íntimo amigo tanto de Eisenhower como de Trujillo. Esta misión estadounidense terminó en fracaso.
Eisenhower envió una segunda misión secreta al mando del brigadier general Edwin Clarke, amigo de Eisenhower durante la segunda Guerra Mundial. Clarke había recomendado al presidente una política más agresiva para “derrocar” a Trujillo y establecer un gobierno democrático. Sin embargo, tampoco su misión logró frutos. Fue entonces cuando Washington comenzó a barajar opciones más duras para acabar con Trujillo
En ese momento el régimen parecía que iniciaba una etapa de agonía, que se agudizó con el atentado contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt y las muerte de las hermanas Mirabal.
Venezuela denunció este atentado ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
Con una ola de represión en lo interno y la agudización de las relaciones de Trujillo con la Iglesia católica, el Consejo de la OEA decidió el 7 de junio de 1960, que Trujillo había incurrido en una “extendida y flagrante violación de los derechos humanos”.
Al cambiar la situación, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) renovó contactos con un grupo de opositores dominicanos, nucleados en torno al general Juan Tomás Díaz.
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Éstos habían comenzado a tramar el derrocamiento de Trujillo, en un plan que incluía su asesinato.
El grupo de Díaz, al que los reportes de Washington calificaban como “moderado y pro-estadounidense”, consiguió inicialmente el apoyo para la operación.
El 1° de julio de 1960 el director interino de la CIA, Charles Cobell, autorizó el envío de una docena de rifles con mira telescópica, Todavía los conspiradores no habían logrado conquistar alto oficial dentro del Ejército, elemento que se consideraba fundamental para el magnicidio.
El respaldo de los militares fue conseguido a principios de 1961, a través del general José Román Fernández, ministro de las Fuerzas Armadas.
El cónsul Henry Deaborn –que fungía, además, jefe de estación de la CIA– obtuvo finalmente entregar a Díaz las armas requeridas, quien le planteó que el éxito de la operación dependía de que los Estados Unidos proveyeran –por medio de una valija diplomática– cinco ametralladoras adicionales.
El cable telegrafiado por la estación de la CIA no dejaba margen de dudas: las nuevas armas se utilizarían para asesinar a Trujillo.
El armamento llegó a la República Dominicana la tercera semana de abril de 1961, pero los conspiradores no pudieron hacerse de los equipos.
Un cambio drástico, producto del contexto internacional, modificó los planes estadounidenses.
El 15 de abril de 1961 se había producido la invasión estadounidense de Bahía de los Cochinos (Cuba), Playa Girón”, que guarda elementos en común con el plan forjado para asesinar a Trujillo.
Este fracaso de Bahía de los Cochinos modificó la estrategia hacia Santo Domingo. El 25 de abril la CIA instruyó al cónsul Deaborn que evitase “una acción precipitada […] hasta que Washington pudiera reconsiderar las consecuencias de la caída de Trujillo y el vacío de poder que crearía” (. Diez días más tarde, en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad, Kennedy puso freno al ímpetu de sus funcionarios más concentrados con el asesinato del dictador y planteó no avanzar antes de tener mayor certeza sobre las posibilidades de acceso al poder de un gobierno confiable. También impartió directivas al alto mando militar para tener listos los planes de invasión en el caso “de que los comunistas tomaran el poder”. El último freno, sin embargo, no modificó el devenir de los acontecimientos ni su trágico desenlace. El 30 de mayo de 1961, en la carretera que conecta Santo Domingo con San Cristóbal, Rafael Leónidas Trujillo fue asesinado en una emboscada.
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