Algunos de los artículos elaborados por los envejecientes. (Juan Almánzar) Como forma de demostrar que todavía pueden ser útiles a la sociedad, un grupo de envejecientes presentó ayer una exhibición de manualidades. La actividad fue organizada por la Fundación Comunidad Modelo San Lázaro en el “Hogar de Día” del barrio Jobo Bonito de la capital.
La paciencia de los años ha sido un acicate para que varios de los 23 adultos mayores que todos los días visitan el hogar de siete a cuatro de la tarde, se motivaran a desarrollar habilidades en las artes del reciclaje.
Las damas, mostrando orgullo de las flores plásticas que hicieron, del bordado de alfombras y manteles y de otras manualidades, dicen sentirse bien, como el caso de doña Altagracia Tejeda, de 73 años.
Dice que en el lugar no solo le han enseñado ese oficio, sino que es como su segunda familias porque allí comparte con gente de su generación y la entidad se ocupa de velar por su salud y alimentación.
“Nosotras hacemos todo tipo de trabajos para la cocina, adornos para cumpleaños, novedades para el hogar”.
La profesora Iris Martínez explica que todas las semanas les enseñan técnicas nuevas para ser utilizadas en envases plásticos como botellas de refrescos que permiten hacer bisuterías, pero que además a muchas se les enseña a tejer y a bordar. Piensan hacer una feria cuando hayan perfeccionado las técnicas y hayan fabricado más utensilios.
Destaca que los adultos mayores han demostrado mucho interés en aprender, lo que hace que asimilen las instrucciones rápido en las sesiones de los martes y jueves cuando tienen sus clases de manualidades. Se sienten más productivos y contentos.
La paciencia de los años ha sido un acicate para que varios de los 23 adultos mayores que todos los días visitan el hogar de siete a cuatro de la tarde, se motivaran a desarrollar habilidades en las artes del reciclaje.
Las damas, mostrando orgullo de las flores plásticas que hicieron, del bordado de alfombras y manteles y de otras manualidades, dicen sentirse bien, como el caso de doña Altagracia Tejeda, de 73 años.
Dice que en el lugar no solo le han enseñado ese oficio, sino que es como su segunda familias porque allí comparte con gente de su generación y la entidad se ocupa de velar por su salud y alimentación.
“Nosotras hacemos todo tipo de trabajos para la cocina, adornos para cumpleaños, novedades para el hogar”.
La profesora Iris Martínez explica que todas las semanas les enseñan técnicas nuevas para ser utilizadas en envases plásticos como botellas de refrescos que permiten hacer bisuterías, pero que además a muchas se les enseña a tejer y a bordar. Piensan hacer una feria cuando hayan perfeccionado las técnicas y hayan fabricado más utensilios.
Destaca que los adultos mayores han demostrado mucho interés en aprender, lo que hace que asimilen las instrucciones rápido en las sesiones de los martes y jueves cuando tienen sus clases de manualidades. Se sienten más productivos y contentos.
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