SANTO DOMINGO. Las personas con una preferencia sexual hacia su mismo sexo y las divorciadas, son hijas de Dios. Hay que tener un sentido de respeto, no discriminarlas, ni condenarlas aunque no se esté de acuerdo con lo que hacen.
Así se expresaron el arzobispo metropolitano de Santiago, monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio y el obispo de San Francisco de Macorís, monseñor Fausto Ramón Mejía Vallejo, al ser cuestionados sobre los temas de la homosexualidad y el divorcio que han sido debatidos en el Sínodo de la familia efectuado en el Vaticano.
La actividad religiosa comenzó a principios de esta semana, con la petición del papa Francisco a los obispos de expresarse con libertad y humildad, y con la afirmación de que es necesario que la Iglesia no discrimine a divorciados o a los gais.
En ese sentido, el arzobispo metropolitano dijo que "el catecismo de la Iglesia Católica es muy claro en eso, en que no se puede discriminar a las personas".
Indicó que muchas veces se tiene la percepción de lo contrario, por lo que pidió a los ciudadanos dominicanos no mezclar el no estar de acuerdo con la práctica homosexual y con la discriminación.
"Son dos cosas distintas. Pasa también que no se está de acuerdo y se interpreta como discriminación", explicó De la Rosa y Carpio a Diario Libre.
De su lado, Mejía Vallejo resaltó que aunque la posición de la Iglesia es respetar a esas personas, no significa que va a aceptar el matrimonio gay.
"De ninguna manera, pero sí, ciertamente, el tener un sentido de respeto y de acompañamiento para que la gente se sienta querida y amada, porque Dios nos ama tal como somos", precisó el religioso.
Aprobó que en la realización del Sínodo la Iglesia Católica haya tocado temas actuales para dar respuestas a las personas, sin alejarse de la coherencia de la Biblia.
"Lo que se está haciendo es ver cómo se puede enfrentar todo eso, con lo que la Iglesia y Dios mandan".
Sobre el tema de las personas que han atravesado una situación de divorcio consiente que exista flexibilidad.
"El matrimonio es indisoluble, pero hay personas que se casaron sin la preparación, entonces, creo que de ahí va a salir lo que llamamos flexibilizar un poquito, mirar la razón por la cual la gente se casó, si fue un matrimonio real, entonces, flexibilizar para anular. No divorcio, porque la Iglesia no divorcia, sino que anula para que la persona pueda dirigir su vida sacramental", expuso.
Reveló que en el país hay "cantidad de matrimonios" que se hicieron por la Iglesia, pero que al fin y al cabo no llenaron los requisitos para que fueran verdaderos, y "hay que ayudar a esas personas".
El Sínodo de la Familia dedicó la primera mañana a escuchar el extenso informe inicial, a cargo del cardenal de Budapest, Peter Erdö, quien ante los 253 participantes -cardenales, obispos, trece matrimonios y laicos a título individual- se refirió enseguida a los matrimonios en dificultad o rotos, y a los divorciados que han contraído un segundo matrimonio civil señalando que "sería erróneo concentrarse sólo en recibir los sacramentos; hay que mirar a un contexto más amplio".
Según el cardenal húngaro, "hay que distinguir entre quien ha roto de modo culpable un matrimonio y quien ha sido abandonado".
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