Para las autoridades del municipio Santo Domingo Este, el cementerio Cristo Salvador es un lugar olvidado camino a San Luis, en el que la “última morada” de los muertos se pierde entre la maleza y el descuido.
Con sus más de cuatro kilómetros cuadrados distribuidos en 19 manzanas, el cementerio construido en 1990 es el mejor ejemplo del irrespeto que por la dignidad de los muertos tienen tanto las autoridades edilicias como los familiares de los difuntos.
Con sus más de cuatro kilómetros cuadrados distribuidos en 19 manzanas, el cementerio construido en 1990 es el mejor ejemplo del irrespeto que por la dignidad de los muertos tienen tanto las autoridades edilicias como los familiares de los difuntos.
En este cementerio no hay una sola calle, excepto la de entrada, que no esté llena de hoyos, con charcos de agua, y sucias, al igual que sus aceras y contenes.
Y si así están las calles, los espacios en que descansan los muertos están peores, ya que el tamaño de la hierba y la espesura de la maleza revelan que hace años que los encargados del camposanto no realizan ningún tipo de labor de limpieza e higienización.
Los animales pululan
Por ello no es difícil encontrarse en sus adentros con vacas y caballos pastando, perros muertos cuyo hedor enferma, o al lado de alguna tumba alguna osamenta quemada: ¡Quién sabe quién era el pobre muerto… sus familiares tienen años que por aquí ni pasan!, comenta “Gerardo”, nombre con el que se identificó un hombre mulato y rechoncho que dijo buscarse la vida en el cementerio.
Es por ese descuido de las autoridades que hombres como Edgar Sánchez, cuyo padre está sepultado desde hace nueve años, siempre acude al Cristo Salvador para velar “que todo está bien” y limpiar su tumba, “porque de lo contrario se pierde”.
“Aquí lo único que ha mejorado es la seguridad, porque recuerdo que una vez se armó un tiroteo en los alrededores y por poco pierdo la vida, aquí mismo”, apunta.
Opinión similar expresó Faustina Jiménez, que el domingo último encabezaba una brigada familiar que despejaba de maleza los alrededores donde descansa su esposo Juan y su hijo Casimiro.
“Esto es una lucha, porque si una deja pasar dos o tres meses sin limpiar, fácilmente se pierde, porque la hierba lo arropa todo y esta gente del cementerio no se preocupan por nada… yo no recuerdo la última vez que limpiaron y mire que tengo más de 15 años viniendo aquí”, precisó.
Y es la misma queja de familiares que tienen a sus difuntos sepultados en el Cristo Salvador, cementerio que sirve no solo a Santo Domingo Este, sino a Los Alcarrizos, Boca Chica, Guerra, Santo Domingo Norte y el Distrito Nacional.
Sin iluminación
Al caer la noche el cementerio Cristo Salvador pasa de ser un lugar lúgubre por su propia naturaleza a sumamente peligroso por la oscuridad y la delincuencia.
Apenas un par de bombillas iluminan la entrada, y al mirar a lo profundo del camposanto las tumbas se pierden en la oscuridad.
De hecho, los vigilantes aconsejan a los deudos que no pasen de las 6:00 de la tarde en el cementerio, y encomian a quienes se encuentren dentro a que lo abandonen, por su propio bien.
“Yo le aseguro que si se queda los muertos no le van a hacer ningún daño, pero hay muchos vivos que lo pueden dejar muerto”, observó José, de la asociación de albañiles del cementerio Cristo Salvador.
Y asegura que no son una ni dos ni tres las ocasiones en que en el Cristo Salvador han aparecido cadáveres luego de oírse gritos y disparos.
Capilla se convirtió en un refugio de vagabundos
Otro ejemplo del abandono en que está sumido el cementerio Cristo Salvador es la capilla ubicada a la entrada, espacio construido con la idea de que los deudos pudieran hacer en el lugar los ritos religiosos. Pero la estructura, con Cristo crucificado en la parte frontal, está vandalizada, con puertas y cristales rotos, y alrededor de la mesa del altar abunda la orina y heces, muestra de que el lugar se ha convertido en refugio de vagabundos. Antonia Fernández, de unos 60 años, recuerda que en la capilla oficiaron la misa de su madre, hace más de 10: “todo era tan bonito”.
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