Olviden el Brexit o una inminente guerra comercial transatlántica. La disputa diplomática de esta semana entre Italia, Malta y Francia sobre quién debería hacerse responsable de más de 600 personas rescatadas en el mar muestra que el mayor desafío que afronta hoy Europa es la inmigración.
No se trata de los cientos de miles de personas llegadas en los últimos años a través del Mediterráneo _muchas en peligrosas travesías, como los rescatados por el Aquarius_ buscando una vida mejor o más segura. Turquía ha recibido más gente. La pequeña Líbano y la convulsa Jordania tienen casi dos millones de refugiados entre las dos.
La crisis que amenaza la misma existencia de la Unión Europea es el enemigo interior: la incapacidad de los 28 estados que forman el mayor bloque comercial del mundo para gestionar de forma colectiva a los inmigrantes que llegan.La reforma del sistema de asilo se ha quedado varada en el banco de arena de los intereses nacionales. Las cuestiones de quién debe hacerse responsable de los que llegan _y si debería haber un sistema de cuotas para que los países europeos compartan a refugiados_ provocan agrias disputas.
Los países de la UE que llevan años lidiando con el desafío, como Italia y Grecia, por donde entran la mayoría de los inmigrantes llegados por mar, se sienten abandonados por otras naciones de la UE.
En respuesta, algunos países europeos han desplegado tropas, levantado cercas fronterizas o reintroducido de forma temporal los controles fronterizos, socavando la zona europea de viaje sin pasaporte. Otros han recibido a los inmigrantes.
En su mayoría estas acciones por sí solas han molestado a los países vecinos al delegarles el problema. La confianza mutua entre los socios se ha desvanecido.
Los partidos antiinmigrantes han aprovechado el caos, ganando votos al tiempo que fomentan el miedo a los extranjeros.
“Mientras sigamos rechazando la idea de que tenemos un problema colectivo que solo puede abordarse con soluciones colectiva _mientras no veamos eso_ no encontraremos una solución”, advirtió el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans. “Fracasaremos de forma colectiva”.
Las naciones de la UE están teniendo problemas para reformar las normas de asilo del bloque consignadas en la Regulación de Dublín, flirteando con ese fracaso colectivo. El documento es un pilar de la libre circulación de personas europea. Si no se reforma con éxito, las facilidades para viajar y hacer negocios por toda Europa _los dos principales logros del bloque_ podrían estar en peligro.
Durante dos años, los gobiernos del bloque han intentado resolver la principal contradicción de Dublín: que los inmigrantes deben pedir ayuda en el primer país europeo al que lleguen. Como la mayoría de los migrantes llegan a Europa desde Turquía y Libia, eso significa que su vía de entrada son principalmente países mediterráneos como Grecia e Italia.
Esa norma forma parte de la disputa esta semana en torno al Aquarius, un barco de rescate que salvó a 629 personas a bordo en la costa libia, incluidas mujeres embarazadas y niños.
Italia, que controla las operaciones de rescate en el Mediterráneo, negó la entrada al barco en sus puertos, afirmando que la pequeña isla de Malta, miembro de la UE, estaba más cerca y debía hacerse cargo.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, intervino acusando a Italia de comportamiento cínico e irresponsable. Esto causó malestar en el nuevo gobierno populista en Roma, dado que la policía francesa ha sido acusada de forma habitual de bloquear el acceso a miles de migrantes que intentan abandonar Italia, aplicando las problemáticas normas europeas de asilo.
El nuevo gobierno español de centroizquierda salió al rescate, ofreciendo puerto seguro en Valencia al barco de rescate.
“No debería dejarse que Malta, Italia, Grecia o España tengan que lidiar por su cuenta con esto. Los países que no están en el Mediterráneo no pueden tratar de emplear la geografía para eludir la responsabilidad”, afirmó a The Associated Press Roberta Metsola, una destacada legisladora de la UE especializada en inmigración.
El tema es tan sensible que la presidencia rotativa de la UE, que ahora recae en Bulgaria, lleva meses supervisando reuniones de bajo nivel a puerta cerrada para buscar un compromiso. Pero el problema es principalmente político, no técnico.
Hungría y Polonia se han negado a aceptar refugiados y otros países apenas han contribuido al intento fallido de la UE de compartir la carga que suponen los refugiados.
El problema ha puesto mucha presión interna sobre la canciller de Alemania, Angela Merkel, que en 2015 se negó a cerrar la puerta de Alemania a los migrantes, muchos de los cuales huían de conflictos en Siria e Irak. El ministro alemán del Interior, Horst Seehofer quiere ahora rechazar a los refugiados que se han registrado antes en otro lugar.
Austria y Dinamarca, por su parte, han propuesto formar campamentos migrantes fuera de la Europa occidental, en los Balcanes. Elizabeth Collett, directora de Migration Policy Institute Europe, dijo que esos planes son un indicador de tiempos desesperados.
“Estas ideas (...) se ven bien sobre el papel, pero ha sido difícil identificar un país fuera de la UE dispuesto a ser un ‘estado vasija’ de este modo, o diseñar un sistema que de verdad funcionara”, explicó. “Lo que ha cambiado ahora es la cantidad de desesperación política implicada en defender estas ideas. Los países están dispuestos a poner más sobre la mesa _es decir, pagar más a terceros países_ y les preocupa menos lo bien que funcionen”.
Los líderes de la UE han reclamado que se encuentre una solución este mes. No hay ninguna a la vista, de modo que Merkel y sus colegas se ven obligados a abordar el espinoso asunto de nuevo en su cumbre del 28 y 29 de junio. La presencia de un nuevo gobierno populista en Italia _cuyo primer ministro ha prometido deportar a decenas de miles de inmigrantes tan pronto como pueda_ hará aún más difícil cualquier compromiso sobre inmigración.
“Europa puede ser el ejemplo para todo el mundo en este asunto, pero tenemos que ver auténtica voluntad política para alejarnos de la retórica combativa para tomar decisiones duras”, dijo Metsola. “La pelota está en el tejado de (los jefes de gobierno) ahora. El mundo observa”.DE AP
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