Es de justicia decir que a pesar de las sombras que puedan tener los gobiernos de Danilo Medina, hay en su gestión agraria una zona luminosa que la historia política del país le reconocerá.
Cada quien es adicto a lo que conoce bien. Él, por sus orígenes rurales, siente un natural apego a los asuntos de la agricultura. No es una pose. Es algo visceral.
Dicho esto, debemos señalar que ha llegado el momento del relevo tecnológico.
Leyendo la Introducción de un libro clave: “Ciencia y Tecnología en los Países en Desarrollo” de Graham Jones (Fondo de Cultura Económica, México, 1973) nos damos cuenta que a pesar de los 47 años transcurridos parece escrito hoy para nuestro país:
“La mayoría de los países de menor desarrollo consideran la industrialización acelerada como la clave principal del desarrollo económico y el progreso social. No solo ofrece la industrialización el crecimiento económico y un mejoramiento general de los niveles de vida, sino también un medio eficaz para transformar y modernizar las economías y sociedades tradicionales.”
“Los problemas del elevado crecimiento demográfico, la falta de habilidad a todos los niveles, la deficiente infraestructura y el limitado capital, en particular la falta de divisas, se han complicado con las tendencias adversas del comercio, los mercados nacionales relativamente pequeños para los productos manufacturados, y la incapacidad de competir con los países adelantados en los mercados mundiales.”
“Al mismo tiempo, una agricultura vigorosa puede ayudar a mantener la migración a la ciudad en proporciones manejables, y puede generar mayores ahorros internos para nuevas inversiones. Así pues, toda política de industrialización debe asociarse estrechamente con esfuerzos paralelos, y en muchos casos mucho mayores, tendientes a modernizar la agricultura y desarrollar las áreas rurales.”
Si alguien tenía dudas de que estamos en medio de “una agricultura vigorosa”. La crisis del Coronavirus lo ha demostrado. ¿Que faltan regiones que no se han desarrollado? Es verdad. Falta mucho en ese sentido, pero lo hecho hasta ahora es significativo y substancial.
El próximo gobierno debe insistir en el respaldo al sector agrario: sus funcionarios de alto nivel deben tener un medio directo para informar y poner a conversar a los agricultores, ganaderos y empresarios agrícolas con el futuro presidente, y de vez en cuando, presidir reuniones abiertas para escuchar a sus correligionarios y trazar pautas.
Empero, lo más urgente es llevar a cabo la revolución tecnológica industrial desde las zonas rurales mismas, imitando las factorías de arroz y las granjas de pollos, sobre todo hoy, que las ciudades han demostrado ser focos de crímenes, vicios y pobreza, en cualquier lugar se puede vivir a ritmo universal o y disfrutar de los medios tecnológicos con solo poseer electricidad.
En estos momentos que la mesa agraria está servida necesitamos que el relevo lo haga una persona culta, docta en tecnologías industriales, con preocupación verdadera de formar los técnicos y obreros especializados que el país urgentemente necesita.
La crisis actual no ha sido peor porque, en honor de la verdad, muchos productos se están industrializando y es fácil tenerlos y llevarlos empacados.
Pero esto no hace más que abrirnos los ojos frente una ceguera elemental: La industria nacional tiene una clientela fabulosa en su diáspora por ese amor del criollo a sus sazones, sus frutos y sus comidas.
¿Habría sido igual la situación de los que viven fuera o la de nosotros, si por ejemplo, se hubiera podido consumir un excelente sancocho criollo o un suculento asopado enlatados? Ni hablar de las ricas frutas tropicales: necesitamos más jugos de piña, sandías, melones; rodajas suculentas; trozos de otros frutos.
Tímidamente vemos que hay productos vegetarianos en pequeños industrias además de los hechos por artesanalmente. Sabemos de los chocolates de Altamira, de Hato Mayor y otras zonas y de empresas poderosas que procesan cacao, café y cocos.
Esto no es más que una simple hojeada: Ahora mismo la existencia y siembras de cocoteros, mangales, naranjales, limonares, aguacatales y otros frutos mayores, es una realidad. Y no hemos hablado de las hortalizas, otro renglón olvidado que debemos industrializar.
Un cambio radical en las enseñanzas de la primaria a la secundaria hasta las de alto nivel, al mismo tiempo que se siembre el país de institutos que proporcionen los técnicos medios que necesitamos urgentemente y un apoyo más decidido a las universidades agrarias. En fin, que se declare de necesidad nacional la preparación de esas futuras y necesarias generaciones, para que aquí otros productos puedan ir orgullosamente por el mundo junto a las cervezas y el ron.
Mercado tenemos aquí y donde quiera, sobre todo donde haya dominicanos. Además, en nuestros países vecinos tenemos clientela asegurada, hasta lograr que nada se pudra ni se pierda.
Para eso, dejemos de pensar en profesiones tradicionales que no aportan nada al desarrollo del país. Pensemos en lo que precisa de forma inmediata como bien dice Graham Jones: En “la industrialización acelerada”. Como ya hubo la gestión agraria, ahora es ineludible la revolución tecnológica nacional.
Las visitas sorpresa del Presidente Danilo Medina despertaron la esperanza del sector agrícola.
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