Al celebrar el 50 aniversario del Día de la Tierra, deberíamos estar orgullosos del impresionante progreso ambiental que la sociedad ha logrado durante este período. También deberíamos pensar cómo podemos hacer que los próximos cincuenta años sean mucho más efectivos.
El ambientalismo temprano de la década de 1970 ayudó a las sociedades a concentrarse en prioridades ambientales importantes como los ríos y el aire contaminados, con el hollín y la niebla tóxica matando a millones de personas.
En ese aspecto, hemos hecho grandes progresos. La mayoría de las masas de agua en los países ricos están mucho más limpias, ya que somos lo suficientemente prósperos para limpiar lo que contaminamos. En EEUU, por ejemplo, un reciente estudio señaló que "las concentraciones de contaminación del agua han disminuido sustancialmente" en los últimos cincuenta años. Y la impresionante cifra de 3.800 millones de personas en el mundo ha tenido acceso a agua potable limpia durante varias décadas desde 1970.
El mayor asesino del mundo, la contaminación atmosférica, ha experimentado una mejoría aún mayor. La contaminación del aire exterior ha disminuido drásticamente en los países ricos en gran parte gracias a las llamadas de atención del Día de la Tierra en los años 70 y a las acciones políticas subsiguientes.
Para los pobres del mundo, la contaminación del aire más mortal está dentro de sus hogares. Casi 3,000 millones de las personas más pobres del mundo todavía cocinan y calientan sus casas co combustibles contaminantes como el estiércol, el cartón y la madera, y la OMS estima que los efectos de eso son equivalentes a fumar dos paquetes de cigarrillos cada día. Desde 1970, el riesgo de muerte en todo el mundo debido a la contaminación interior se ha reducido máde la mitad.
A pesar de los asombrosos progresos, la contaminación del aire tanto en el interior como en el exterior sigue matando a 8 millones de personas. Al menos 2.000 millones de personas todavía beben agua procedente de fuente contaminada por las heces.
Pero curiosamente, este no es el tema habitual en las conversaciones ambientales. No ponemos énfasis en las enormes mejoras, y no nos centramos en cuestiones vitales aún pendientes, como es el caso del agua y el aire. En su lugar, la perspectiva estándar se centra en cómo el medio ambiente se deteriora cada vez más y cómo avanzamos hacia la catástrofe. Esta tradición también comenzó con el Día de la Tierra.
En 1970, muchos líderes ambientalistas predecían el fin del mundo. El ecologista de la Universidad de Stanford, Paul Ehrlich, predijo que 4,000 millones de personas morirían antes del año 2000 debido al deterioro del medio ambiente. La revista Life también vio una fatalidad inminente, prediciendo que la contaminación del aire sería tan mala que los americanos tendrían que usar máscaras de gas en la década de 1980, y que la contaminación bloquearía la mitad de la luz solar.
El temor también nos hace priorizar mal. La mitigación del cambio climático cuesta hoy en día más de 400.000 millones de dólares cada año en subsidios a energías renovables y otras políticas climáticas costosas. Sin embargo, gastamos mucho menos en lograr que el agua y el aire lleguen más limpios a los miles de millones de personas con necesidades básicas.
Retrospectivamente, podemos mirar al Día de la Tierra con orgullo por la atención que ha generado en torno al medio ambiente. Pero necesitamos frenar las exageraciones para asegurarnos de que dejamos el medio ambiente en el mejor estado posible.
(*) Bjorn Lomborg es director del Copenhagen Consensus Center y autor de los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”. Considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Además, es profesor visitante de la Copenhagen Business School.FUENTE LISTIN DIARIO
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