“Bienvenidos a bordo de nuestra embarcación”. Con su gorra azul, la canadiense Kim Beddall es la veterana de los guías de observación de ballenas. Son las 9 de la mañana en la bahía de Samaná, al norte de la República Dominicana. Y como todos los días entre enero y marzo desde hace 30 años, Kim dirige 'Pura Mía', su barco, mar afuera, con una cincuentena de turistas a bordo, para ir al encuentro de las ballenas jorobadas.
Los cetáceos recorren 7000 kilómetros desde las costas canadienses para reproducirse o dar a luz aquí en las aguas cálidas de República Dominicana.De repente, surge un penacho de aire y agua de mar, y luego, el cuerpo de 14 metros de una ballena saltando. Otra golpea la superficie del agua con su aleta y nada a pocos metros del barco.
Tras años de caza, las ballenas estuvieron a punto de extinguirse. Pero con la prohibición de la caza en los años 60, ratificada por la mayoría de los países del mundo, la población de las ballenas jorobada se ha recuperado. Se estima que existen alrededor de 15.000 en el Atlántico norte actualmente. Cientos de ella acudan cada año a la bahía de Samaná.
En la proa del barco, una fotógrafa con un largo objetivo captura imágenes de las colas de las ballenas jorobadas. En el marco de un programa de conservación de las ballenas, los botes turísticos cumplen una función de recolección de datos sobre los cetáceos. Se observa su conducta, las parejas, las mamás con sus bebés, las ballenas solteras y se identifica a cada una de ellas con el color único de su cola. Desde hace dos décadas, la bióloga Liliana Betancourt, de la ONG ambientalista CEBSE compila estos datos. “Cada cola de ballena es única, es como nuestra huella dactilar. Tenemos un catálogo con 1871 individuos foto identificados. Y además de eso, analizamos uno por uno las hembras y los bebés”.
Desde 1999, fecha en la que se inició el monitoreo científico de las ballenas en la Bahía de Samaná, la científica ha notado que el área se mantiene como un santuario de reproducción.
Sin embargo, las vidas de las ballenas aún conservan varios misterios. La estancia de las ballenas en la Bahía dura varios días, pero no se sabe exactamente cuánto dura. Por otra parte, poco se sabe de cómo las ballenas aguantan varios días en la Bahía sin alimentarse.
Estudian los cantos de ballenas
Ayer, Kim sumergió un micrófono acuático en el mar y lo conectó a los parlantes del barco. Los sonidos conmovieron a los pasajeros del barco hasta las lágrimas cuando descubrieron las melodías de los cetáceos. Este macho, cuyo canto escuchamos ahora, fue bautizado Harry Potter. Fue identificado en los años 70. Y fue fotografiado de nuevo en 2017 y en marzo de este año en la Bahía de Samaná.
¿Cantos, gemidos o risas? La acústica de las ballenas jorobadas fascina a los científicos. Y desde los años 70, las hipótesis científicas han cambiado.
“Debido a que son los machos los que cantan durante la temporada de reproducción, los biólogos pensaban que era una forma de atraer a las hembras”, recuerda Olivier Adam, biólogo de la universidad de la Sorbona en París, estudia los cantos de los mamíferos marinos.
“Pero en 1986, un investigador puso un parlante en el agua para difundir cantos. Las hembras no reaccionaron y otras huyeron. En los años 2000, nos dimos cuenta de que había muchas interacciones entre los machos. Entonces suponemos que estos cantos permiten a los machos definir su territorio, identificarse o dar información sobre su potencia a las hembras”, detalla, el biólogo, especialista en acústica.
Tras un estudio minucioso de las grabaciones de los cantos, los científicos se han dado cuenta de que las ballenas jorobadas “emiten vocalizaciones con una frecuencia regular, con frases de 4 5 o 6 vocalizaciones en bucle durante 15 o 20 minutos. Notamos también que hay territorios sonoros. En los mismos océanos, las ballenas tienen cantos similares. Pero hay muchas preguntas sin responder, aún hoy en 2023. La primera es la identificación individual. Normalmente, la vocalización permite identificar a un locutor, como mi voz actualmente, que me identifica. Para las ballenas jorobadas, no logramos distinguir las diferencias de voces”, admite Olivier Adam, entrevistado por RFI en el marco del congreso anual sobre ballenas, que tuvo lugar en Santo Domingo, en 2023.
De regreso en el barco de Kim Beddall, observamos una ballena con una aleta herida. "Cuando vemos ballenas con cicatrices, y con los nódulos sensoriales usados, en general son machos, que pelean para acompañar las hembras, como vemos ahora mismo”, explica la naturalista Melina Medeiros que acompaña a Kim Beddall en su embarcación.
“Sus cicatrices vienen de los combates, imagínense, 40 toneladas que chocan... causan heridas. Hay heridas también causadas por los barcos que chocan con ballenas. Vemos partes dorsales deformadas. También vemos ballenas entrelazadas con filetes de pesca y heridas, sobre todo los ballenatos”, lamenta Medeiros.
Las reglas para no perturbar a las ballenas
Cada año, los turistas se maravillan con la presencia de los majestuosos cetáceos. La creación en 1986 del santuario de mamíferos marinos de la bahía de Samaná ha permitido limitar el impacto de las actividades humanas en la zona. Se ha limitado a 43 el número de permisos para las embarcaciones turísticas autorizadas a circular en la zona de reproducción. “Aquí, en el área de reproducción, solo se permiten 3 embarcaciones turísticas de observaciones alrededor de las ballenas, a 50 metros de distancia, y 80 metros en caso de presencia de mamas y ballenatos”.
Proteger el santuario de reproducción de ballenas es, sin embargo, una lucha cotidiana para los ambientalistas. Samuel King, miembro de la ONG Centro para la Conservación y el ecodesarrollo de la Bahía de Samaná (CEBSE), nos abre las puertas de un pequeño museo pedagógico. Un espacio dedicado a crear conciencia ecológica e histórica sobre la riqueza de la biodiversidad marina local. “Tratamos de cambiar el uso de redes que usan los pescadores. Proponemos zonas de no pesca a los pescadores”, dice King.
Proyecto de terminal de cruceros
Hoy, Samaná despierta el interés de las empresas turísticas. En la bahía, unos letreros indican la construcción de una terminal de cruceros. En julio pasado, el presidente dominicano puso la primera piedra de un proyecto que tendrá la capacidad para atraer medio millón de turistas al año. En el puerto de Santa Bárbara de Samaná, el ecoturismo representa una oportunidad de ingresos. Desde la ONG CEBSE, Samuel King insiste en la necesidad de conciliar desarrollo económico y protección del santuario marino.
“Muchas personas que dependen del turismo ven este proyecto como un boom turístico. Pero no ven todo el daño ambiental que se va a hacer en la zona: los dragados, las construcciones, el movimiento de sedimentos. Nosotros tenemos un punto medio: no nos oponemos al desarrollo económico, pero tratamos de que se haga lo mas sostenible posible”, advierte la ONG.
Kim Beddall estima que, para garantizar la tranquilidad de los cetáceos, se debería definir la cantidad máxima de barcos que las ballenas pueden aguantar en su zona de reproducción. “Hay compañías que aspiran a atraer 500.000 turistas al año. Esto significa 130 o 150 cruceros durante el periodo de reproducción de las ballenas en la bahía. El canal de entrada a la Bahía pasa en medio de la concentración de ballenas. Generalmente, los cruceros y áreas reproductivas de ballenas no son una buena combinación”, alerta la canadiense.
Además de las redes de pesca, el ruido de los barcos y los radares constituyen una amenaza para los cetáceos. Según ella, el turismo masivo, un modelo al que apuesta la República Dominicana, es incompatible con la tranquilidad de las ballenas. “¿Qué quiere la gente? ¿Cruceros u observación de ballenas?”, pregunta Beddall.
Eso será el reto de los próximos años: preservar un entorno apaciguado para que los gigantes del mar sigan nadando y cantando en las aguas cristalinas de Samaná. Y evitar que las actividades humanas pongan en riesgo una vez más la existencia de las ballenas.
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