miércoles, 25 de febrero de 2015

Mes de la Patria Evolución de la Dominicanidad

Víctor García Alecón
Especial para Listín Diario
Para  poder proyectar tantos heroicos e importantes acontecimientos patrióticos desde el origen y evolución de nuestra nacionalidad, debemos remontarnos a los orígenes mismos de nuestra evolución como conglomerado humano; así como a los grandes acontecimientos sociales, políticos y bélicos que forjaron la idiosincrasia e identificaron la existencia de nuestra incipiente nacionalidad dominicana.  Por  lo tanto, debemos y tenemos que conocer estos mismos orígenes y la evolución de los acontecimientos históricos  que  antecedieron.
Esta idiosincrasia dominicana la constituye, en definitiva, en la manera de ser, el temperamento alegre y hospitalario, pero corajudo, cuando las circunstancias así lo requieren, originado por la causa matriz de nuestra esencia humana individual, que se perfecciona, en el caso de sus habitantes, por los sentimientos nacionalistas de la identidad dominicana y por los militares, por los sentimientos de patriotismo, de lealtad, sacrificio y disciplina, que constantemente se inculcan en las academias y planteles militares.
Por consiguiente, los orígenes y evolución histórica de nuestra nacionalidad, se desarrollan de formas distintas a las demás naciones, así como  los antecedentes históricos que forjaron nuestra identidad y formaron a sangre y fuego a nuestro país.
Antecedentes históricos
Desde el descubrimiento de la Isla de Santo  Domingo por Cristóbal Colón Fontanarosa:
1) Del 5 de diciembre de 1492 hasta el 1795 nuestro territorio fue colonia española.
2) Luego, desde el 1795 hasta el 1808, fuimos colonia francesa. (En esta etapa, Haití se independiza de Francia en 1804).
3) Desde el 1808 hasta el 1822, colonia española de nuevo.
4) Y del 1822 hasta el 1844  estuvo invadida por nuestros vecinos haitianos.
Nacimiento de la República Dominicana
Precisamente, es en esta convulsionada e inestable etapa histórica, en que nuestro conglomerado criollo, forjados ya desde su mismo origen común con una similitud genética y cultural e igualdad idiomática y religiosa, pudieron constatar que la existencia que los unía era más que un sentimiento, llamado “dominicanidad”, que erupcionaba palpitante por primera vez, como una llama volcánica que había sido encendida años atrás por el más excelso de los dominicanos, Juan Pablo Duarte; y por tanto decidieron expulsar a los incompatibles invasores haitianos a como diese lugar.
Para el logro de este objetivo, aceptaron y estuvieron conscientes de que había que crear unas Fuerzas  Armadas, engendrada desde su mismo pueblo, que supieran  luchar y vencer, o morir en aras de una patria independiente y soberana, libre de toda injerencia extranjera.
Es a partir de este inestable momento histórico, en que el trabucazo de Mella la noche del 27 de Febrero del 1844 sacude y despierta los cimientos patrióticos de nuestra común nacionalidad dominicana, y se realiza de inmediato la Declaración de la Independencia Nacional por el patricio Francisco del Rosario Sánchez, y ya al amanecer del día siguiente en la misma Puerta del Conde quedó constituida una Junta Central Gubernativa de la República y  por votación unánime  había sido elegido a don Tomás Bobadilla y Briones como presidente de la misma, en la cual en su segunda sesión realizada horas después se debatió el asunto más prioritario, “la repatriación de los haitianos”.  
Para tales fines se estableció una ruta marítima entre Santo Domingo y Barahona con barcos de la Marina Mercante y de la recién formada Flotilla Naval Dominicana, sobrecargados de gente y equipaje.  Los menos afortunados se desplazaban por tierra en carretas, burros, caballos y otros medios, formando largas caravanas procedentes de los diferentes pueblos hacia la frontera, custodiados por los primeros soldados del Ejército de Tierra que las protegían, prometiendo reconocer nuestra independencia y de establecer tratados de comercio y amistad con nuestro naciente gobierno, pero tan pronto llegaron a su país, pidieron la guerra contra nosotros, lo cual se materializó el 4 de marzo de 1844, cuando el Congreso Haitiano declaró la guerra a la República Dominicana, llamando a los separatistas como “los insurgentes del Este”.
La Junta Central Gubernativa de la República tomó varias medidas para repeler la agresión y entre estas dispuso “preparar  el naciente país para la Guerra”.
Creación de las FAD
A partir de esa declaración de guerra comienzan a surgir las Fuerzas Armadas  Dominicanas, o sea un Ejército Nacional, que junto a una  Marina de Guerra (creada como Flotilla Naval Dominicana y hoy día llamada Armada de República Dominicana) nacían concomitantemente con la misma República Dominicana. Este sagrado concepto estaba arraigado dentro de las mismas entrañas del pueblo dominicano, pues dudo de que haya existido otra organización, tan genuinamente representativa de la sociedad dominicana, tan identificados patrióticamente como los integrantes (de ayer y hoy) de quienes integran a las Fuerzas Armadas de la República Dominicana.      
Incongruencia del panorama actual
  Es así como continuó desarrollándose la nacionalidad dominicana, que engendrada a sangre y fuego ha continuado forjándose y fortaleciéndose a través del tiempo y aún después de tantas inmolaciones ofrendadas en la consecución del nacimiento de la patria no podría dejar pasar por alto, algunas oportunas consideraciones sobre la incongruencia del panorama actual en que increíblemente nos encontramos los dominicanos:
Estando abocado en plena celebración patriótica de los 171 años de aquellas gloriosas gestas emancipadoras, la patria se encuentra hoy día sujeta a constantes y continuas presiones, tanto de organismos internacionales, ONG y otros que se hacen llamar “amigos de Haití” locales y del extranjeros, que han  llegado incluso al colmo de la irracionalidad.
Mientras las autoridades dominicanas se han esmerado en esforzarse  en la búsqueda de una solución armoniosa con la contraparte haitiana y nuestro presidente Danilo Medina, reconociendo el drama haitiano, se esmera en consensuar  y buscarle una solución  salomónica, pero legal, la contraparte haitiana, en cambio, ha denostado a nuestro país ante presidentes amigos, OEA, ONU para presionar a la República Dominicana para que nacionalice a ciudadanos haitianos, los cuales son indocumentados en su propio territorio, o sea en Haití.  La misma Constitución Haitiana especifica que: “Los hijos de haitianos son haitianos, sin importar dónde hayan nacidos”.
El alegato de que los descendientes de haitianos ilegales nacidos en RD se encontraban como apátridas recibió una respuesta contundente de nuestro presidente cuando dijo: “Nadie puede reclamar una nacionalidad que nunca ha tenido”.
El panorama se torna más transparente y halagüeño para la tranquilidad de este pueblo, ya que por fin se tiende a aclarar lo que algunos escasos interesados e instituciones afines no habían querido ver ni mucho menos reconocer.
Las diferentes “encuestas” recientemente realizadas a nivel nacional, que incluso han tratado el tema de la tan cacareada xenofobia en contra de los haitianos, revelan la no existencia de esa animadversión hacia los ciudadanos haitianos, como lo han querido relacionar y propagar los mismos confundidos adversarios de la nacionalidad dominicana, en su afán de presentarlos como víctimas, cuando en  realidad  siempre han sido,  de una u otra forma,  nuestros victimarios.
Por tales motivos, los dominicanos se han sentido jubilosos en celebrar el 171 Aniversario de las epopeyas libertadoras que dieron origen a la República Dominicana como país libre y soberano.
Motivados por la reciente y responsable patriótica Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional que de manera definitiva reconfirma y aclara lo que siempre han establecido todas las constituciones dominicanas desde el 1910, que especifica las condiciones legales que regula el estatus de todos los indocumentados residentes en nuestro país para adoptar (entiéndase “merecer”; y no regalar o peor aún, la de “festinar”) la bien creada nacionalidad dominicana.
Por tanto aquellos extranjeros que se sientan honrados de obtener la nacionalidad dominicana, “serán bienvenidos”, siempre y cuando cumplan con los trámites especificados en la Constitución y nuestras leyes, como ocurre en todos los países soberanos del mundo, ni más, ni menos.
La oportuna y valerosa declaración Danilo Medina en la reunión de la CELAC en La Habana, sacudió y despertó los sentimientos nacionalistas del pueblo dominicano cuando de manera enérgica defendió patrióticamente la Soberanía Nacional, frente aquellos extranjeros que trataron de ultrajarla.  Han sido firmes y valientes las convicciones nacionalistas de tantos políticos, funcionarios, congresistas, juristas, empresarios, religiosos, periodistas, y muchos más ilustres dominicanos, que han externado con valentía y sin demagogia su defensa de los mejores intereses de la nacionalidad dominicana.   
También los obispos en su más reciente Carta Pastoral reconocen y por ende dan testimonio al mundo, de que “la justicia y la paz caminan juntas en los valores que nos caracterizan como dominicanos”.
Somos conscientes de que “nunca es más oscuro que cuando va a amanecer”. Por eso nos sentimos reconfortados, al poder contar con el convencimiento de la existencia de un pueblo y de unas Fuerzas Armadas, herederas legítimos de nuestros fundadores y unidas cada vez más, en los innegociables criterios patrióticos de la nacionalidad dominicana; como bien dijera el Padre de la Patria Juan Pablo Duarte y Diez, que “vivir sin patria, es lo mismo que vivir sin honor”.
Es por ello que tengo la convicción de la necesidad que debe seguir teniendo nuestro país de  poder contar con las Fuerzas Armadas Dominicanas, ya que:
No existe una nación propiamente dicha;  no existe un pueblo organizado y seguro; no existe un Estado responsable y progresista; sin una firme y consciente  identidad, que este amparada por  unas Fuerzas Armadas que estén ahí, consagrados a la paz, pero protegiéndola de cualquier catástrofe natural o contingencia bélica o humana, que pusiera en peligro la estabilidad del país, la función normal del desenvolvimiento de las instituciones del Estado, la seguridad e infranqueabilidad de sus fronteras y que estén en definitiva,  siempre lista, en la defensa de los mejores intereses de la patria; y en el mejor de los casos, arropadas por el cariño y respeto de sus compatriotas.
Y así  ha sido el accionar de nuestras Fuerzas Armadas de República Dominicana; y los países que no cuentan con una institución así  han tenido que sacrificar su soberanía y aumentar su dependencia hacia los intereses foráneos. Por tanto: “Es mejor tenerla y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla”.
El autor es vicealmirante (r) y pasado comandante general de la   Armada de República Dominicana....DE LISTIN DIARIO

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