El alemán Peter Demetrick, quien murió el pasado miércoles durante un enfrentamiento a tiros con agentes de la Policía Nacional, ocurrido en el complejo turístico la Mulata III, de Sosúa, y su compatriota Peter Brunk, a quien un tribunal de Puerto Plata lo envió a prisión preventiva por tres meses, tenían problemas con la mayoría de sus vecinos, porque estos los espiaban con cámaras y muchos se habían querellado en su contra en la fiscalía por agresiones físicas y verbales.
La fiscalía de Puerto de Puerto Plata confirmó que los dos extranjeros habrían sido requeridos en el mes de agosto, debido a denuncias presentadas en su contra por vecinos, pero no comparecieron y que partiendo de denuncias y datos que aportaron muchas de las personas agraviadas comenzaron a darle seguimiento a sus movimientos.
En el paraje la Mulata viven apenas tres familias dominicanas, porque la mayoría ha vendido sus propiedades a extranjeros, principalmente a alemanes, rusos, italianos, canadienses, que han levantado lujosas villas y cabañas donde viven en extrema privacidad.
Agentes de la Policía han sido apostados en la entrada del complejo y no permiten la entrada de periodistas ni de personas particulares, al menos que no sean representantes del Ministerio Público y de los organismos de seguridad que investigan el caso.
Sin embargo, dominicanos que trabajan en villas turísticas de la Mulata, y otros que viven en los alrededores, dijeron que tanto el muerto, como los tres a los que se le conoció medidas de coerción no hacían vida social en la zona y que poca gente los conocían.
“A veces veía que de la Mulata salían y entraban vehículos blindados, entre ellos una ambulancia, pero no sabíamos de quiénes se trataba, porque los cristales estaban oscuros y esa gente no compartían con nadie, ni siquiera en los restaurantes y bares se les veía pernoctar”, dijo Sixto Sarita, un motoconchista que tiene su base en la entrada que da acceso a los lujosos complejos y cabañas que existe en el paraje.
Un trabajador de una de las villas contiguas a las que residen los alemanes, señalados por las autoridades como integrantes de una peligrosa secta religiosa que opera en Europa, dijo que esas personas eran violentas y que se llevaban mal con los vecinos y por eso algunos tienen sus inmuebles en venta”.
“Nadie se atrevía a estacionarse cerca de donde vivían; ni siquiera se podía mirar para allá y vigilaban a la gente con cámaras y esas son cosas que a los extranjeros les molesta”, dijo el obrero, que prefirió mantener su nombre en el anonimato por razones de seguridad.
El misionero Jorge Llibre Beard declaró que en Sosúa viven muchos extranjeros, la mayoría rusos, judíos, alemanes, canadienses y de otras naciones, y que hay que se dedican a actividades peligrosas y que atentan contra la cultura del país.
“Casi nadie conoce la vida de esas personas, porque llegan de sus países, adquieren propiedades aquí, levantan en los cerros lujosas mansiones y viven en un submundo ajenos por completo a la República Dominicana”, indicó.
Ayer, el Tribunal de Atención Permanente de Puerto Plata envió a prisión por un año, como medida de coerción, al alemán Peter Brunk, señalado como el cabecilla de la secta religiosa y responsable de la mayoría de las armas, y a su hijo Daniel.
En otra audiencia, que conoció ese tribunal, a Solubey Isabella Ditrick Bosen, la esposa del alemán muerto, le fue dictada medida cautelar de tres meses, a pesar de que el Ministerio Público había pedido un año.
Padre e hijos negaron que pertenezcan a una peligrosa secta religiosa y que las armas que se les incautaron las portaban con permisos legales otorgadas por las autoridades dominicanas y que algunas incluso eran para prácticas deportivas.
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