“Es fuerte esa situación que le estoy explicando a usted, porque era un hombre a quien yo quería mucho en mi vida”. Con nostalgia, el cardiólogo Rodolfo Rincón Martínez, uno de los médicos de mayor confianza del extinto expresidente Joaquín Balaguer Ricardo, narra las últimas horas del entonces nonagenario líder político.
A pesar de que, según el doctor Rincón, Balaguer “tenía el corazón como un niño”, hace 19 años que falleció, 14 de julio de 2002.
Casi 10 décadas vivió, de las cuales gobernó el país por más de 22 años entre luces y sombras.
Padeció de la vista, problemas de circulación y caídas, pero nunca lo llevaron a estar en alto riesgo de muerte. Sobre su longevidad, con motivo del cumpleaños número 92 del líder reformista, el periodista Leo Reyes lo describe en un escrito publicado en el periódico El Siglo en 1998: “Un ser que todo lo ha calculado –y no hay por qué no pensar que hasta la muerte--”. La hora llegó tres años después.
Los días interno
Balaguer falleció unos 11 días después de que le descubrieran dos úlceras en el estómago el 4 de julio de 2002, originadas por la ingestión de analgésicos.
Como cada miércoles, el 3 de julio, el doctor Rodolfo Rincón consultó a Balaguer y lo vio en perfectas condiciones. Pero para su sorpresa, al día siguiente se entera por los noticiarios vespertinos que el siete veces presidente de la República había sido ingresado de emergencia en la Clínica Abreu.
Extrañado por la situación, se dirigió al centro médico. El estado del paciente era de extrema gravedad y cuidado, por lo que lo habían intubado y restringido las visitas. Al ingresarlo, al exmandatario se le practicó una endoscopía. Cinco días después tuvo que ser asistido por un ventilador y el 11 de julio le practicaron una traqueotomía, según registros periodísticos de Listín Diario.
La hora de su muerte
“El padre de la democracia”, como muchos reconocen al líder político, luchó por ella hasta el lecho de su muerte. Dice el cardiólogo de 67 años que mientras estaba intubado, Balaguer se mantuvo al pendiente de cómo progresaba un debate en el Congreso Nacional.
Los registros periodísticos cuentan que se trató de la polémica reducción del porcentaje para ganar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, y la reforma del artículo 90 de la Constitución.
“El día 13 de julio es cuando está el Congreso reunido y él me hablaba de algo e hizo la recaída”.
En ese momento Rincón se detiene, porque es fuerte para él recordar los últimos momentos de quién vio como a un padre. “Éramos padre e hijo, hacíamos combinaciones de quién entraba y quién lo iba a ver”, agrega Rincón.
Incluso, había un código entre los más cercanos de Balaguer para notificarle cualquier información. Una leve tos era la señal con la que le indicaban que afuera alguna personalidad de la política o autoridad eclesial le esperaba.
Escucha poemas inmóvil
Esa noche, Balaguer escuchaba inmóvil en voz de su secretaria los poemas que una vez escribió.
El ensayista no podía hablar, pero ante la preocupación de aquella lectora que le visitó por solicitud de él, con un gesto le respondió que no se encontraba bien.
Pese a que los médicos describían a un Balaguer que estaba “bomba” o “nítido”, Rincón destaca que presentó una recaída.
Un paro cardíaco se registró la madrugada del domingo 14 de julio de 2002 en los monitores de la suite 406 en cuidados intensivos de la Clínica Abreu. A la edad de 95 años aquel cortesano de la era de Trujillo falleció acompañado de sus más estrechos colaboradores. “Todo el mundo triste, triste; eso fue una tristeza, ese ha sido el duelo más grande que ha hecho el país, el entierro más grande y el duelo nacional más grande fue el de Joaquín Balaguer”, expresa Rincón.
“Era un hombre normal en todos los aspectos, era un hombre sencillo, de muchas fibras humanas. No le interesó nunca lo material, lo que hizo fue trabajar por el país día y noche”, dice.
“Sácame el corazón”
Todos los miércoles el doctor Rincón visitaba a Balaguer a las 5:00 de la tarde para supervisar el ritmo de su corazón y hacerle un electrocardiograma.
Al finalizar el chequeo rutinario, se sentaban a conversar. Pero el miércoles 3 de julio de 2002, el cardiólogo lo notó “apagado” y deprimido pese a que sus signos vitales estaban en perfecto estado.
Esa actitud no era normal en él, expresó mientras suspiraba y, más curioso le pareció que, semanas antes, como si augurara su partida, le solicitara que le sacara el corazón.
La expresión de Balaguer fue: “Rincón, yo quiero que tú me saques el corazón cuando yo me muera”. A lo que el doctor le respondió con sorpresa, aún consciente de la lucidez mental del exmandatario, si estaba seguro de lo que estaba hablando.
Tras la confirmación, llamó al general Pérez Bello y a Aníbal Páez, dos de los más leales y cercanos colaboradores del exjefe de Estado, para que fueran testigos de la solicitud.
El doctor supone que la razón de tal petición era donar su corazón a la ciencia, ya que fue un hombre que “donó todo, no se apegó a nada”.
“Después que muere yo hice todos los arreglos y me esforcé para sacarle el corazón”, pero no fue posible.
SEPA MÁS
El sepelio fue multitudinario
Casi todo un día.
El sepelio ha sido uno de los más emblemáticos y multitudinarios. Tras recibir los honores correspondientes y expuesto en varios lugares, su restos fueron trasladados al cementerio Cristo Redentor, donde permanecen en un mausoleo familiar. El recorrido de unos 20 kilómetros tardó casi todo el 17 de julio. Una multitud acompañaba el féretro y desde las casas la gente salía para tocar el coche fúnebre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario