En El Asiento de Luisa, lloran la tragedia de Cruz María, pero en San Juan reaccionan como si nada supieran del casoEn la casa materna de Cruz María García Corporán la tristeza se siente a leguas. Una doña fregando unos trastes, un niño de ocho años cabizbajo y otra señora con los ojos aguados y su cara apoyada en una silla de guano, pintan un cuadro desolador.En esta vivienda, ubicada en una empobrecida comunidad al norte de San Juan de la Maguana, rodeada de una hermosa llanura que contrasta con la miseria circundante, esperaban al tercer hijo de Cruz María. La comunidad era una fiesta y hasta el nombre le tenían: Cruz Amil, como su madre.
El pasado jueves, Cruz Amil llegó a la comunidad El Asiento de Luisa, bien apartada del casco urbano de San Juan. Pero lo llevaron en una pequeña caja, todavía ensangrentado por el trauma de un parto que Cruz María no podrá olvidar jamás.
“Yo no sé cómo podré vivir con este dolor. No lo soporto. Hay noches en que yo no puedo dormir. Es como si mi corazón se me hubiese partido”, solloza en medio de su dolor. Y no es para menos: a quien sería su tercer hijo le cortaron la cabeza cuando lo estaba pariendo. Su caso es técnicamente complejo y humanamente difícil de comprender.
El pasado miércoles, Cruz María salió para el hospital Igualas Médicas, a sus chequeos de rutina, como lo hizo siempre. Su doctora, Ángela Milkeya Sánchez, la recibió normalmente, al menos eso pensó Cruz.
La fecha pautada para el parto era en realidad el día ocho de mayo, es por esto que para Cruz y su hermana, la noticia la tomó por sorpresa.
“Yo no tenía dolores, pero la doctora me dio un medicamento para que me dieran dolores. Sí me tomaron la presión, porque la tenía alta. Y mi hermana le dijo a la doctora que no podía provocarme dolores de parto, porque eso me subiría más la presión”, añade.
Dijo que la doctora Sánchez insistió de mil formas para que ella alumbrara ese día, y que por eso la ayudó a romper fuentes, para agilizar la labor de un parto que resultó ser luego la peor pesadilla que ha vivido esta profesora de profesión. Su instinto de madre le decía que algo no andaba bien, pues tenía la experiencia de haber alumbrado otros dos hijos, de diez y ocho años.
La doctora Sánchez la ingresó a sala de partos del hospital, a las 3:45 de la mañana, recuerda la madre de Cruz María, la señora María Corporán.
Cerca de las 6:00 de la mañana, del jueves pasado, doña María recuerda que los nervios mezclados con la alegría y emoción de sentirse abuela nuevamente, no la dejaban tranquila. “Buscaba la sala de partos por todas partes, porque no conozco bien el hospital. Cuando la encontré, la doctora me dijo: ‘se murió el niño’. Yo le pregunté, ‘¿cómo es que usted dice?’. Ella volvió a decirme, ‘que se murió el niño”, relata.
Cruz asegura que aún estaba consciente cuando escuchó de la doctora Sánchez la fría y devastadora información: “vamos a tener que decapitar a tu hijo”. Entonces pidió a su madre que le hicieran una fotografía para mostrársela a sus hermanitos que pudo ver. “La doctora no quiso que se la hicieran”, afirma, mientras el hijo de ocho años limpia las lágrimas que brotan de sus ojos rojizos de tanto llorar.
“Ella solo me dijo ya no llores más, porque tú todavía tienes fuerzas para parir dos o tres muchachos más”, expresa Cruz María. Pero ella quería a ese niño que cargó casi nueve meses en su vientre. Ella solo quería a esa criatura que llevaron a su humilde morada en una cajita de madera, con su cabecita cortada y un bracito colgando de su endeble anatomía. “De todas formas, lo vestimos con ropita limpia; le echamos agua bendita y estuvimos un rato con él en la casa. Después lo llevamos al cementerio”, expresa doña María.
Su hija, Cruz, no pudo vivir este último momento con su bebé. Estaba en el hospital, convaleciente de un parto frustrado y esperando una explicación de la doctora Sánchez.
Las distocia de hombros son raras, pero suceden
La gineco-obstetra Magalys Santoni dijo que la “Distocia de Hombros” se puede evitar determinando a tiempo si el peso de la criatura manda hacer una cesárea y no practicar un parto normal. Santoni, del Centro Médico UCE, señaló que los casos son muy raros, pero suceden casi siempre con un destino fatal para la criatura. Explicó que esos casos se produce cuando, tras la salida de la cabeza fetal, se detiene la continuación del parto fruto del desprendimiento de los hombros, impidiendo que se complete el descenso. En estos casos, el gineco-obstetra puede verse en la necesidad de, si la criatura ya ha muerto, terminar de desprender la cabeza del feto para poder salvar la vida de la madre”, apuntó. “La distocia se produce cuando con la expulsión de la cabeza, los hombros no se introducen en el canal del parto, en una situación de desequilibrio entre los diámetros pélvicos y el diámetro bisacromial”, dijo. El problema puede afectar a cualquiera de los hombros o a ambos, por lo que distinguen tres variedades: a) Distocia de hombro anterior, que es la más frecuente, b) Distocia de hombro posterior, considerada la más rara, y c)Distocia bilateral, la más grave, pero es excepcional. Mientras que la doctora Elizabeth Santos Angomás señaló que la madre, como está consciente durante el parto, vive el dramatismo de la situación, lo que tiende a marcarla psíquicamente. “La madre percibe la situación y el ambiente, lo que se acompaña de una morbilidad psíquica relacionada con la situación de dificultad en la expulsión fetal y con las vivencias que se producen en el parto, y lo más normal es que la depresión postparto aumente”, sostuvo. La distocia de hombros suele ocurrir en menos del 1% de los partos, con morbilidad materna y/o fetal en más del 30 de los casos en que se produce. Se ha observado un aumento de la frecuencia en las mujeres multíparas.
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