PUERTO PRÍNCIPE. Cinco años después del terremoto que destrozó Puerto Príncipe, Haití no ha logrado recuperarse: miles de personas aún duermen en carpas o intentan sobrevivir en la miseria, heridas y traumatizadas.
Justo después del terremoto del 12 de enero de 2010 que dejó más de 300.000 muertos en el país más pobre de América, los medios de comunicación se desplegaban por todos los lugares donde se vivía el drama.
El mundo entero se solidarizó y las promesas de ayuda para reconstruir a Haití fueron de miles de millones de dólares. Pero una gran parte del dinero prometido nunca llegó, y el esfuerzo del país por reconstruirse se encontró con nuevos obstáculos: una inestabilidad política crónica y una epidemia de cólera – aparentemente introducida por los cascos azules de Nepal enviados a ayudar por el sismo – que dejó más víctimas.
La ayuda internacional se gastó durante las semanas y meses después del sismo para responder a necesidades urgentes, pero la recuperación a largo plazo del país sigue siendo un debe.
“Hace cinco años los ojos del mundo entero miraban a Haití tras el terremoto devastador que destruyó tantas vidas y dejó a cerca de dos millones de personas sin casa”, destacó Chiara Liguori, de Amnistía Internacional. “Lamentablemente, desde entonces, el interés del mundo disminuyó al tiempo que decenas de miles de personas aún no tienen recursos ni domicilio”. Antes de la catástrofe, Haití ya era uno de los más pobres del mundo. La mayoría de los refugiados reconstruyeron ellos mismos su vivienda o recibieron la ayuda de organizaciones humanitarias locales o internacionales que trabajan con el gobierno haitiano.
“Inmediantamente después del terremoto había 1,5 millones de personas sin hogar. Hoy, cinco años después, quedan un poco menos de 70.000 que viven en carpas”, comentó Harry Adam, director de la unidad pública oficial de construcción que depende del gobierno.
Días sin comer. Quienes no tuvieron la suerte de encontrar o de poder construir nuevas casas viven en viviendas de lona, como las que se encuentran en el campamento Corail, Canaan, en la periferia de Puerto Príncipe. Allí, quienes no tienen hogar viven bajo toldos, sin agua corriente, sin electricidad, y sin empleo.
De hecho, la falta de trabajo es una de sus reivindicaciones recurrentes. “Comparado a Puerto Príncipe, donde se puede vender fácilmente cualquier cosa, aquí (en Canaan) no hay trabajo, no hay nada, entonces la gente no puede comprar nada”, se queja Djouvens Noel, uno de los habitantes. Según el último balance de Amnistía Internacional, 85.432 personas aún no tienen casa y 25.000 familias viven en condiciones precarias.
Miles de otras personas fueron expulsadas a la fuerza de los refugios, afirmó la organización. “En medio del desastre parecía que el problema de alojamiento en Haití al fin sería tratado con seriedad. Pero este sueño se evaporó rápidamente”, expresó Liguori. Otros sobrevivientes perdieron más que sus casas. En el campamento La Piste, unos 4.000 amputados viven en chozas.
“Debido a mi pierna amputada, aunque quisiera trabajar no podría hacerlo”, lamentó Jean-Baptiste Saint-Milio.
“A veces me dan alimento para los niños pero a veces ellos tienen que quedarse sin comer varios días”. Las organizaciones no gubernamentales como Handicap International hacen lo que pueden en un país al que le faltan especialistas para fabricar prótesis y enseñar a usarlas a los amputados.
“A veces me dan alimento para los niños pero a veces ellos tienen que quedarse sin comer varios días”. Las organizaciones no gubernamentales como Handicap International hacen lo que pueden en un país al que le faltan especialistas para fabricar prótesis y enseñar a usarlas a los amputados.
Los dirigentes del país se sienten frustrados: una gran parte de los 9.000 millones de dólares de ayuda prometida por organizaciones internacionales después de la catástrofe nunca llegó. Un monto de la ayuda fue utilizado directamente, sin pasar por las autoridades haitianas, o jamás fue entregado.
Y si bien el gobierno haitiano no está exento de reproches, los observadores subrayan que sus argumentos tienen fundamentos. “Una parte de este dinero había sido prometida y no fue entregada, entonces jamás existió realmente”, destacó Jonathan Katz, autor del libro “The big truck that went by” sobre el terremoto y sus consecuencias. “Sumas importantes fueron destinadas a pagar pequeñas medidas de ayuda temporaria desde el principio, que no estaban destinadas a durar demasiado tiempo”, concluyó.DE AFP
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