Puerto Príncipe, Haití
Julot Laurette Pierre (8 años) sonríe frente a una carpa de Unicef en un campamento para damnificados y cuenta que todo anda bien en la escuela. No dice más: su mirada se hunde en un promontorio de tierra y su cuerpo pequeño se balancea despacio, debajo de su uniforme gastado y una blusa vieja de seda.
Ismael Paul (9 años) tiene más que decir a su lado. Se lleva bien con sus compañeros y es un buen estudiante; comparte con Julot ocho horas de clase y los callejones estrechos entre casuchas de lona donde cada día juegan.
Pero en las noches permanentemente oscuras de Puerto Príncipe, y hasta a plena luz del día, el peligro se encuentra en cualquier lado.
“Miles de niños haitianos viven expuestos al abuso, a la explotación y a la violencia”, dijo a LISTÍN DIARIO Virginia Pérez, coordinadora del Programa de Protección a Nivel Comunitario del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Julot e Ismael son sólo dos de los 300,000 niños que viven actualmente en campamentos, aunque en mejores condiciones que antes.
La paradoja de Haití: miles tienen ahora agua potable y servicio médico gratuito, por citar dos servicios, en los refugios habilitados días después de ocurrido el terremoto de enero del año pasado.
Pérez dijo que esos niños, y las mujeres, sobre todo, son los grupos más expuestos a sufrir violaciones o abusos debido al hacinamiento y a la falta de seguridad, hecho constatado por la organización Amnistía Internacional que a principios de año reveló que cuatro meses después del sismo se habían reportado más de 250 violaciones en los campamentos, donde entonces, de un millón trescientos mil personas el 53 por ciento eran mujeres y el 38 por ciento niños.
Hoy el número de refugios se ha reducido de aproximadamente un millar a la mitad y las personas que habitan en los campamentos ha bajado a 800,000 (según la ONU 119,000 se mudaron al departamento de Grand- Anse, en el extremo occidental de la isla). Amnistía informó que en el área de Puerto Príncipe, a finales de agosto del 2010, en apenas tres de las 891 instalaciones había condiciones mínimas de seguridad.
A las 8:00 de la mañana Julot e Ismael ya están sentados en el piso de tierra o en bloques de ladrillo, igual que sus otros 248 compañeros que asisten a clases. Oyen con respeto a Vincent Enmanuel (30 años), su maestro, mientras Eliantus Fabiola (22 años), la secretaria de la dirección, cumple sus obligaciones atenta a que ningún extraño merodee por la escuela.
El 12 de enero del 2010 sesenta segundos bastaron para acabar con los pocos avances que Haití había conseguido en el 2009. Además de fracturar al gobierno, el terremoto de 7.3 grados dejó 222,570 muertos, 300,000 heridos y un millón trescientos mil damnificados, casi el 15 por ciento de toda la población haitiana.
Y miles de huérfanos.
“No se sabe dónde están los padres de cinco mil niños”, dijo Pérez, en una carpa cerca de su oficina ubicada en la base de la Misión para la Estabilización de Haití (Minustah), en una explanada cerca del aeropuerto de Puerto Príncipe.
La funcionaria de Unicef explicó que de esos 5,088 niños, exactamente, el 40 por ciento ya estaba separado de sus familias antes del terremoto y que 2,600 ó 2,700 se separaron después del sismo. Hasta el momento 1,300 niños han sido reunificados y sólo sobre dos mil se tiene la certeza de que perdieron a sus padres. De los otros tres mil están averiguando: los chicos dibujan dónde vivían antes de enero del año pasado, cuentan que había un parque o un árbol frente a sus casas. Allí empieza el trabajo: un centro de llamadas, mapeos, el rastreo paciente para reunificar a los hogares.
“Es como buscar una aguja en un pajar”, comentó Pérez.
Algunos que vivían en Cité Soeil o Carrefour (zonas pobres de la parta baja de la capital) ahora viven en Petion Ville o Delmas (zonas de clase media donde también hay refugios), agregó la representante de Unicef.
12,000
Es cierto. Aunque a cientos se le ves temprano yendo a la escuela, con uniformes coloridos y zapatos bien lustrados, otros sólo vagan por las calles: desde Champs de Mars, frente a las ruinas del Palacio de Gobierno, o en la avenida Bicentenaire, en la bahía, hasta Tabarre y las afueras de Puerto Príncipe.
Entre tanta miseria, en el campamento donde están ahora, en el antiguo campo de golf de Petion Ville, Julot e Ismael son felices como pueden.
“Ambos perdieron a sus padres y ahora viven con sus tías”, contó a LISTÍN DIARIO Fleurant Rednauld (30 años), director del centro que habilitó Unicef en este lugar, luego de que el gobierno prohibiera la construcción de instalaciones de concreto para que nadie se creyera que este asentamiento es para siempre.
Según Unicef, en Haití hay actualmente 4,316,000 niños y adolescentes menores de 18 años, y entre ellos 1,259,000 menores de cinco de una población total de cerca de diez millones de habitantes.
De ese conglomerado, entre 30,000 y 50,000 viven en alguno de los 1,000 centros de acogida de los que solamente 147 están registrados (según el gobierno, 500 según Unicef), y otros 2,000 chicos sólo deambulan.
“El Estado trata de hacer lo posible para garantizar la seguridad de la infancia, para darles protección, pero estamos en una situación difícil”, dijo a LISTÍN DIARIO Jeanne Bernard Pierre, directora de la Oficina de Bienestar Social, una dependencia del Ministerio de Asuntos Sociales haitiano.
En su oficina de la avenida Des Marguerites, en la parte baja de la capital, Bernard Pierre habla en sentido general de los niños cuyos padres murieron, de los que deambulan por las calles, de los que viven en los campamentos para damnificados y de los que son entregados o que son secuestrados para traficarlos dentro y fuera del país.
El año pasado Unicef denunció que quince niños desaparecieron de varios hospitales tras el sismo y dieciocho días después diez estadounidenses –que supuestamente formaban parte de una misión para rescatar a huérfanos– , fueron detenidos cuando trataban de llevarse a 33 niños a República Dominicana sin la documentación requerida.
En marzo, dos haitianos y una boliviana fueron capturados en Bolivia acusados de tratar de traficar a veinte niños y adolescentes con fines de explotación sexual y laboral.
Hace sólo cuatro semanas, Sigfrido Pared Pérez, director general de Migración de República Dominicana, dijo en Santo Domingo que 44 niños, 37 hombres y siete mujeres, diez de ellos menores de un año, fueron rescatados de una red de traficantes que los tenían retenidos en una guardería en la capital dominicana.
El Cesfront, el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza, el mismo día, informó que había rescatado a doce niños haitianos que eran traficados por Dajabón junto a otros 150 ilegales.
Sólo en el 2010, la Brigada de Protección al Menor, una división de la Policía Nacional Haitiana que cuenta con apenas 70 efectivos, evitó el tráfico ilegal de 12,000 niños: entre 100 y 200 por el aeropuerto Toussaint Louverture, en la capital de Haití, y el resto por la frontera con República Dominicana.
Tráfico
También el año pasado, el Departamento de Estado de Estados Unidos informó que el tráfico de niños haitianos para explotación sexual y laboral a República Dominicana y Bahamas registró un agudo aumento desde el 2008, situación que según los organismos internacionales empeoró en el 2010 tras el terremoto.
El derecho haitiano no prohíbe de manera específica la trata de personas, lo que limita la capacidad del gobierno de castigar a los traficantes y proteger a las víctimas, indicaba el informe, que también cuestionaba los “pocos esfuerzos” que realizan las autoridades dominicanas para contener esta situación.
“El asunto viene de los dos lados”, comentó Bernard Pierre, la directora de Bienestar Social haitiano.
Viviendo con sus parientes, quizá Julot e Ismael, los chicos del campamento en Petion Ville, se libren de ser traficados, pero hay otro fenómeno que Haití arrastra desde hace varios años, tan grave como el tráfico de menores: los “restavek”, una palabra derivada del francés reste avec (quedarse con, en español) que define a cada uno de los 200,000 niños que viven como esclavos debido a un sistema de traspaso de chicos que familias muy pobres envían a parientes relativamente menos pobres o de clase media o alta para que sirvan en sus casas a cambio de por lo menos educación, casa y comida.
El problema es que la gran mayoría, niñas sobre todo, no recibe paga y hasta son víctimas de abusos sexuales, físicos y sicológicos, como ya lo destacaba un estudio de la Fundación Panamericana de Desarrollo en el 2009.
El año pasado, un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre la Trata de Personas se refería a la existencia de hasta 300,000 “restavek” y definía al fenómeno como una “convención social” profundamente enraizada en la sociedad haitiana.
“Es necesario hacer un trabajo enorme de sensibilización con las familias que reciben a los niños y con las que los entregan”, afirmó la representante de Unicef, organismo que ya en el 2002 hablaba de 172,000 niños esclavos: 30,000 más en nueve años.
“Es la complejidad de Haití... no hay otro país como éste”, dijo Pérez.
DESPUÉS DE LA INFANCIA
La adolescencia y juventud haitianas son otros dos conglomerados gravemente afectados por la situación en Haití y los porcentajes lo demuestran: El 20% de los jóvenes es analfabeto, el 18% no ha recibido ningún tipo de educación y apenas el 1% del total asiste a la universidad. El asunto es mucho más serio cuando se constata que el 58% de la población en Haití tiene menos de 24 años.
“Haití está en la perspectiva de este segmento de la población”, dijo a LISTÍN DIARIO Raymundo Tamayo, funcionario del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), que trabaja en Haití hace pocos meses.
Tamayo agregó que el problema de la oferta y demanda educativas, cuando la mayoría deja la escuela en la primaria, plantea un reto para el futuro inmediato de los jóvenes y adolescentes haitianos, sobre todo de las mujeres que son las que tienen menor acceso a la educación.
El representante de Unicef consideró que el esfuerzo que se hace en la etapa de la niñez debe mantenerse en la juventud, ofreciéndole desde acceso a crédito, empleo y disponibilidad de espacios para su desarrollo, además de los servicios básicos como educación y salud que requiere toda la población.
300,000
NIÑOS VIVEN EN CAMPAMENTOS
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, miles de niños están expuestos a sufrir abusos en los campos para refugiados.
5,088
NIÑOS PERDIERON A SUS PADRES
El terremoto del 12 de enero del año pasado fragmentó a miles de familias haitianas, sobre todo en Puerto Príncipe y en ciudades del Sur y Suroeste, epicentro del sismo.
50,000
NIÑOS EN CASAS DE ACOGIDA
Según Unicef, entre 30,000 y 50,000 niños haitianos viven en alguno de los 1,000 centros de acogida que existen en Haití, la mayoría de los cuales no están debidamente registrados.
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