SANTO DOMINGO.- Visto en perspectiva, aseguran los sobrevivientes, el viaje por mar parecía condenado desde el principio: Hacía mal tiempo y el barco, evidentemente con sobrecarga, a duras penas parecía en condiciones de navegar cuando partió en medio de la oscuridad, antes del amanecer, en lo que se suponía era un trayecto de 36 horas a Puerto Rico.
Algunos pasajeros notaron que la fibra de vidrio y la madera a lo largo del costado de la embarcación se caían a pedazos incluso antes de que la nave partiera de la costa norte de la República Dominicana.
Luis Cortorreal, un pintor de brocha gorda de 31 años que iba a hacer el viaje por primera vez, dijo que algunas personas le suplicaron al capitán dar marcha atrás cuando las olas rompieron sobre la proa en medio de una lluvia impulsada por el viento.
Todavía podían ver las luces de los hoteles de playa a lo largo de la península de Samaná, pero ya era demasiado tarde.
El barco se partió entre las olas, con lo que arrojó a más de 70 personas al mar. Hombres y mujeres sacudían piernas y manos en el agua y luchaban para aferrarse a los contenedores de combustible de aluminio del barco.
Cortorreal, que iba a encontrarse con su hermano en Puerto Rico con la esperanza de comenzar una nueva vida, recuerda los gritos de pánico y desesperación.
"Todo el mundo gritaba, pero estábamos demasiado lejos", dijo mientras se recuperaba en su ciudad natal de El Limón, en el noreste de la provincia de Duarte. "Nadie nos iba a escuchar".
Las autoridades dominicanas, en colaboración con los pescadores locales y otros voluntarios, han recuperado los cadáveres de 52 personas de la Bahía de Samaná después de uno de los peores accidentes relacionados con un barco de inmigrantes en los últimos años.
La búsqueda de más víctimas de la tragedia del 4 de febrero terminó la noche del jueves. Trece pasajeros sobrevivieron, entre ellos un hombre que fue uno de los organizadores del viaje, y que ahora podría enfrentar cargos criminales.
Algunos pasajeros notaron que la fibra de vidrio y la madera a lo largo del costado de la embarcación se caían a pedazos incluso antes de que la nave partiera de la costa norte de la República Dominicana.
Luis Cortorreal, un pintor de brocha gorda de 31 años que iba a hacer el viaje por primera vez, dijo que algunas personas le suplicaron al capitán dar marcha atrás cuando las olas rompieron sobre la proa en medio de una lluvia impulsada por el viento.
Todavía podían ver las luces de los hoteles de playa a lo largo de la península de Samaná, pero ya era demasiado tarde.
El barco se partió entre las olas, con lo que arrojó a más de 70 personas al mar. Hombres y mujeres sacudían piernas y manos en el agua y luchaban para aferrarse a los contenedores de combustible de aluminio del barco.
Cortorreal, que iba a encontrarse con su hermano en Puerto Rico con la esperanza de comenzar una nueva vida, recuerda los gritos de pánico y desesperación.
"Todo el mundo gritaba, pero estábamos demasiado lejos", dijo mientras se recuperaba en su ciudad natal de El Limón, en el noreste de la provincia de Duarte. "Nadie nos iba a escuchar".
Las autoridades dominicanas, en colaboración con los pescadores locales y otros voluntarios, han recuperado los cadáveres de 52 personas de la Bahía de Samaná después de uno de los peores accidentes relacionados con un barco de inmigrantes en los últimos años.
La búsqueda de más víctimas de la tragedia del 4 de febrero terminó la noche del jueves. Trece pasajeros sobrevivieron, entre ellos un hombre que fue uno de los organizadores del viaje, y que ahora podría enfrentar cargos criminales.
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