Es un hombre de treinta y tantos años que conoce bien las carreras de motores en Villa Tapia. Sabe, por ejemplo, que un motor preparado tiene invertido hasta 3 mil dólares y que a los policías les paga 5 mil pesos -sí, él mismo lo ha pagado- para que las “gabelas” se desarrollen sin interrupciones.
Él explica con detalles cómo se dividen las cuotas y ofrece números que invitan a concluir que se trata de una actividad “upper class”, que no pueden costear los muchachos jóvenes que sirven de pilotos. Entonces todo queda claro: los dueños de los motores son los del capital y los que apuestan -habla de RD$45 mil, RD$60 mil y RD$80 mil- lo reparten entre el piloto, algún intermediario y la Policía. Las carreras de las que habla se dan en la carretera que conecta Cabuya con Villa Tapia, provincia Hermanas Mirabal.
“Yo tengo 32 años, ¿cómo me voy a poner a correr en un motor? Yo peso demasiado para estar encima de un motor… A los pilotos se les paga RD$10 mil o RD$15 mil y son muchachos de pocas libras”, dice, dando a entender que mientras menos volumen tiene el corredor, más rápido ganará la competencia.
Esos “muchachos” se llevan la victoria directa, se ganan en una corrida más de lo que una doméstica trabaja en un mes y también son los que se matan. “Ellos son solamente los pilotos, se acuestan arriba del motor y hacen todas sus piruetas”, agrega.
La persona que cuenta todo prefiere hacer reserva de su nombre y da su testimonio cargado de gestos relajados y de risas momentáneas. En una muestra de humanidad elCaribe le cuestiona si conocía alguno de los muertos en carrera y él responde: “Pero ahí se mató un amiguísimo mío en Santa Ana, Villa Tapia, por dos cervezas. Le dio un camión y ahí mismo quedó. Ocurrió hace como tres días”. ¿Y eso no te da horror?, insiste elCaribe. “No, porque el problema es que… qué se va a hacer. Ellos lo saben, es que ellos lo saben (las consecuencias mortales)”, dice.
Y toda la conversación sucede mientras el equipo de elCaribe está dentro del vehículo, y el apostador apoyado sobre la ventana. En el diálogo también deja la complicidad con la que se trabaja: “Mira ese –y señala a su espaldas, donde un grupo de hombres está sentado y al tanto de que el apostador habla con la prensa- es coronel de Ejército y sabe que hacen carreras y no hace nada”, dice.
“La Policía sabe. Aquí las autoridades sabe de las carreras y si preguntas dónde están los puntos de drogas, un coronel te dice dónde están porque coge sus cuartos. Ustedes -la prensa- andan en vano investigando, porque esto ni que el jefe de la Policía venga se va a parar. Puede venir el Gobierno y las carreras de motores no se detendrán”.
Él explica con detalles cómo se dividen las cuotas y ofrece números que invitan a concluir que se trata de una actividad “upper class”, que no pueden costear los muchachos jóvenes que sirven de pilotos. Entonces todo queda claro: los dueños de los motores son los del capital y los que apuestan -habla de RD$45 mil, RD$60 mil y RD$80 mil- lo reparten entre el piloto, algún intermediario y la Policía. Las carreras de las que habla se dan en la carretera que conecta Cabuya con Villa Tapia, provincia Hermanas Mirabal.
“Yo tengo 32 años, ¿cómo me voy a poner a correr en un motor? Yo peso demasiado para estar encima de un motor… A los pilotos se les paga RD$10 mil o RD$15 mil y son muchachos de pocas libras”, dice, dando a entender que mientras menos volumen tiene el corredor, más rápido ganará la competencia.
Esos “muchachos” se llevan la victoria directa, se ganan en una corrida más de lo que una doméstica trabaja en un mes y también son los que se matan. “Ellos son solamente los pilotos, se acuestan arriba del motor y hacen todas sus piruetas”, agrega.
La persona que cuenta todo prefiere hacer reserva de su nombre y da su testimonio cargado de gestos relajados y de risas momentáneas. En una muestra de humanidad elCaribe le cuestiona si conocía alguno de los muertos en carrera y él responde: “Pero ahí se mató un amiguísimo mío en Santa Ana, Villa Tapia, por dos cervezas. Le dio un camión y ahí mismo quedó. Ocurrió hace como tres días”. ¿Y eso no te da horror?, insiste elCaribe. “No, porque el problema es que… qué se va a hacer. Ellos lo saben, es que ellos lo saben (las consecuencias mortales)”, dice.
Y toda la conversación sucede mientras el equipo de elCaribe está dentro del vehículo, y el apostador apoyado sobre la ventana. En el diálogo también deja la complicidad con la que se trabaja: “Mira ese –y señala a su espaldas, donde un grupo de hombres está sentado y al tanto de que el apostador habla con la prensa- es coronel de Ejército y sabe que hacen carreras y no hace nada”, dice.
“La Policía sabe. Aquí las autoridades sabe de las carreras y si preguntas dónde están los puntos de drogas, un coronel te dice dónde están porque coge sus cuartos. Ustedes -la prensa- andan en vano investigando, porque esto ni que el jefe de la Policía venga se va a parar. Puede venir el Gobierno y las carreras de motores no se detendrán”.
“Por 10 mil pesos yo ni prendo el motor”
Cuando las competencias reúnen a apostadores de Santiago, La Vega, Villa Tapia y Tenares, es porque “se corre por mucho dinero”. “Por 10 mil pesos yo no corro. Yo ni prendo el motor”, dice e incluso explica que esos vehículos “se guardan porque si los usas para diario los desajustas”. También habla de que en las celebraciones se mezclan el alcohol y las armas: “La última vez estaban todos armados porque se dan problemas a última hora de gente que no quiere pagar los cuartos”.
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario