Ciudad del Vaticano, (EFE).- El papa Benedicto XVI aseguró hoy que la Iglesia vive actualmente una nueva "primavera eucarística", ya que son muchas las personas que rezan en silencio ante el Tabernáculo y que cada vez son más los jóvenes que "descubren la belleza de ese encuentro espiritual".
Ante más de 30.000 personas reunidas en la plaza de San Pedro del Vaticano para la audiencia pública semanal, el Obispo de Roma resaltó la figura de la santa belga Juliana de Cornillón (1191-1258), impulsora de la institución de la fiesta del Corpus Christi.
"Quiero afirmar con alegría que hoy la Iglesia vive una primavera eucarística. ¡Cuantas personas rezan silenciosas ante el Tabernáculo, para mantener un coloquio de amor con Jesús", aseguró el Papa.
Benedicto XVI agregó que "consuela saber" que son muchos los grupos de jóvenes que han descubierto "la belleza de rezar adorando la Santísima Eucaristía".
El Papa Ratzinger imploró a Dios para que "esta primavera eucarística se difunda cada vez más en todas las parroquias" y reiteró la presencia real de Cristo en la Eucaristía.
"Jesucristo está presente en la Eucarístía de manera única e incomparable. Está presente de manera real, sustancial, con su Cuerpo y su Sangre, con su Alma y su Divinidad. Todo bajo las especies eucarísticas del Pan y del Vino, Cristo entero: Dios y hombre", afirmó.
Benedicto XVI señaló que la misa dominical es "esencial" para el camino de fe, pero animó también a los fieles "a visitar con frecuencia al Señor, presente en el Tabernáculo, y a adorarlo".
De la santa belga, Benedicto XVI recordó que Juliana de Cornillon tuvo varias visiones en las que se le presentaba una luna en su esplendor, pero con una banda negra que la atravesaba de manera diametral.
La luna simbolizaba la vida de la Iglesia en la tierra y la banda negra representaba la falta de una fiesta litúrgica especial para la Eucaristía.
Juliana convenció a obispos y al propio Giacomo Pantaleón de Troyes, el futuro papa Urbano IV, quien instituyó la festividad del Corpus Christi en 1264, teniendo en cuenta también el llamado "milagro de Bolsena".
En 1263 un sacerdote bohemio, Pedro de Praga, se dirigía hacia Roma cuando se detuvo en la cercana localidad de Bolsena para oficiar misa. El cura dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía y pidió a Dios una "señal".
De manera imprevista, según la tradición católica, algunas gotas de sangre salieron de la hostia consagrada, cayendo sobre el corporal (el lienzo que se extiende en el altar, encima del ara, para poner sobre él la hostia y el cáliz).
La tela se guarda en la catedral de Orvieto (centro de Italia).
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