viernes, 12 de noviembre de 2010

Vincho Castillo y Silvio Herasme Peña enfrentados

El abogado Marino Vinicio Castillo y el periodista y ex embajador Silvio Herasme Peña se han enfrentado públicamente.
Todo comenzó por un artículo que Herasme Peña publicó recientemente en el Listín Diario titulado "Vincho y la semiótica" en el que cuestiona criterios recien expresados por el doctor Castillo respecto a la corrupción administrativa y los alegados esfuerzos del presidente Leonel Fernández por erradicarla. Vincho, a su vez, optó por responder de manera pública con otro artículo.

A continuación presentamos los dos escritos:

Vincho y la semiótica

Por Silvio Herasme Peña

En la gramática castellana la semiótica se refiere al estudio de los signos. No hay que ser un especialista para entender que en ocasiones un mensaje para anunciar un propósito, confirma la existencia de lo que busca desmentir o corregir.

Eso es lo que ha ocurrido con unas declaraciones del doctor Vinicio Castillo Rodríguez, a quien todos en el país lo denominan -con afecto o rechazo- Vincho nada mas.

Pues el fogoso funcionario que ha cabalgado sobre el mulo de las denuncias desde 1978, hace 32 años, ha dicho que la disposición del presidente Leonel Fernández, en el último Consejo de Gobierno, repecto a la denunciada corrupción administrativa, le corta las alas a esa práctica que dilapida los fondos públicos en una proporción de espanto.

Textualmente expresó el funcionario –con un dejo de satisfacción- que “con la disposición presidencial de prohibir pagos que no cumplan con la Ley 340-06 sobre Compras y Contrataciones se demuestra el interés en la lucha contra la corrupción administrativa”.

Insólita confesión del denominado zar de la honradez administrativa y de la lucha contra el narcotráfico.

¿Acaso no fue promulgada la citada ley hace 14 años en diez los cuales ha gobernado el presidente Leonel Fernández?. Por qué esperó –como dice el doctor Castillo- a que “en la población exista la percepción de que hay corrupción en la administracion pública”, para implementar esta tardía medida de las autoridades.

¿No era, y es, una obligación del Estado preservar los intereses públicos antes de que la percepción cundiera en la opinion pública?. Percepción que no es gratuita.

¿Tomó el presidente de la República la drástica medida de control solamente porque existe la “percepción en el pueblo?” Así nada más, sin que se investigue en que quedó la investigación sobre la compra fraudulenta de cebollas y habichuelas en San Juan de la Maguana denunciada con amplitud de informacion.

No hemos visto –hasta ahora- una explicación del titular de Agricultura sobre la asignación irregular de permisos de importación de habichuelas y otros rubros. En ese caso hubo una denucia responsible de la Casa Castillo.

Si como dice el doctor Castillo “le llegó la hora a los ministros y directores de la administración pública que permiten irregularidades en sus departamentos, ¿no sería de buen tino haber procedido contra algunos corruptos como un esfuerzo de ejemplarizar? ¿Por qué ahora y no en los diez años que lleva el presidente Fernández al frente del Estado?...¿Qué podríamos entender cuando de pronto todos deben estar alineaditos, correctos y pulcros como nunca ha sido?.

Vincho podría alegar –y hasta con razón- que más vale tarde que nunca. Pero qué hacer con los funcionarios que puedan incurrir en faltas de ahora en más, éstos podrían alegar “por qué con nosotros sí y con los otros no? Es obvio que ante la admisión del doctor Castillo acerca de la “percepción de corrupción” no solo queda claro el asunto, sino que ilustra en el sentido de que en la disposición del Presidente se esconde un “meta-mensaje” a sus funcionarios diciéndole que ya no los puede proteger más.

Sólo eso explica la frasecita de Vincho de que “le llegó la hora a los ministros y directores generales” que dilapidan los fondos públicos. A confesión de parte relevo de pruebas, pues la semiótica lo ha evidenciado.

De ahora en adelante Vincho tendrá la oportunidad de saber, y denunciar, si es verdad que funcionarios muy próximos al poder, son beneficiarios de importaciones de alimentos a tal nivel que parece un “rio blanco” lleno de povechosas oportunidades.

Como ahora solo se ha advertido que se aplicará la ley de compra y contrataciones del Estado, los involucrados en la cruzada por la honestidad y el buen gobierno no podrán bajar la guardia, sino que la eleven y estén mas vigilantes.

¿Aceptaría Vincho, y el gobierno, que esa vigilancia es una ayuda y no una labor capciosa contra el gobierno?.

Si acepta el papel de la sociedad civil en el esfuerzo de transparencia administrativa se ganará el reconocimiento de la República, de lo contrario que Dios se lo tome encuenta… y la semiótica.

La respuesta

Por Marino Vinicio Castillo

El distinguido amigo, embajador Silvio Herasme Peña, publicó un artículo en la edición del domingo 7 de este diario, bajo el título “Vincho y la semiótica”.Quizá no pudo apreciar el carácter injusto de su contenido. Pienso que su larga ausencia sirviendo exitosamente en embajadas diversas, particularmente la de Colombia, no le permitió percibir mi incesante lucha pública contra la corrupción y la droga.

Entiendo que solo así él pudo ejercer un disimulado menosprecio en mis luchas y mis riesgos en ese campo tan áspero y proceloso. Tan lleno de alevosas asechanzas de donde menos se esperan.

Las habichuelas de San Juan y el fraude impune nadie lo trató como tema con mayor fuerza que yo. El ajo y las papas de Constanza nadie le ha hecho defensas más ardorosas que las mías.

Las condenables licencias de importación de alimentos que datan de décadas y que han sabido arruinar la producción nacional, ninguno de los hombres públicos del país les ha hecho censuras tan duras y sostenidas como las mías.

Las 34 auditorías, una verdadera catedral de impunidad desde cuyo púlpito advirtiera el importante dirigente político nacional Danilo Medina, que “el país se caería para atrás al conocerlas”, nadie las ha reprochado con mi vehemencia.

Incluso, al rechazar la excusa de que tuvo que ser así la impunidad, porque había que negociar la gobernabilidad por ella, nadie se ha mostrado más inconforme y emplazador que yo.

Monte Grande y su sombría trayectoria desde el grado a grado fallido, hasta la licitación aberrante y el primer picazo sin diseño, nadie lo ha tratado con mayor rigor que el mío.

Thu, 11 Nov 2010 14:47:00 Enviar Imprimir


Vincho Castillo y Silvio Herasme Peña enfrentados


Marino Vinicio Castillo es asesor en asuntos de drogas del Poder Ejecutivo y un aliado del presidente Leonel Fernández.



El abogado Marino Vinicio Castillo y el periodista y ex embajador Silvio Herasme Peña se han enfrentado públicamente.
Todo comenzó por un artículo que Herasme Peña publicó recientemente en el Listín Diario titulado "Vincho y la semiótica" en el que cuestiona criterios recien expresados por el doctor Castillo respecto a la corrupción administrativa y los alegados esfuerzos del presidente Leonel Fernández por erradicarla. Vincho, a su vez, optó por responder de manera pública con otro artículo.

A continuación presentamos los dos escritos:

Vincho y la semiótica

Por Silvio Herasme Peña

En la gramática castellana la semiótica se refiere al estudio de los signos. No hay que ser un especialista para entender que en ocasiones un mensaje para anunciar un propósito, confirma la existencia de lo que busca desmentir o corregir.

Eso es lo que ha ocurrido con unas declaraciones del doctor Vinicio Castillo Rodríguez, a quien todos en el país lo denominan -con afecto o rechazo- Vincho nada mas.

Pues el fogoso funcionario que ha cabalgado sobre el mulo de las denuncias desde 1978, hace 32 años, ha dicho que la disposición del presidente Leonel Fernández, en el último Consejo de Gobierno, repecto a la denunciada corrupción administrativa, le corta las alas a esa práctica que dilapida los fondos públicos en una proporción de espanto.

Textualmente expresó el funcionario –con un dejo de satisfacción- que “con la disposición presidencial de prohibir pagos que no cumplan con la Ley 340-06 sobre Compras y Contrataciones se demuestra el interés en la lucha contra la corrupción administrativa”.

Insólita confesión del denominado zar de la honradez administrativa y de la lucha contra el narcotráfico.

¿Acaso no fue promulgada la citada ley hace 14 años en diez los cuales ha gobernado el presidente Leonel Fernández?. Por qué esperó –como dice el doctor Castillo- a que “en la población exista la percepción de que hay corrupción en la administracion pública”, para implementar esta tardía medida de las autoridades.

¿No era, y es, una obligación del Estado preservar los intereses públicos antes de que la percepción cundiera en la opinion pública?. Percepción que no es gratuita.

¿Tomó el presidente de la República la drástica medida de control solamente porque existe la “percepción en el pueblo?” Así nada más, sin que se investigue en que quedó la investigación sobre la compra fraudulenta de cebollas y habichuelas en San Juan de la Maguana denunciada con amplitud de informacion.

No hemos visto –hasta ahora- una explicación del titular de Agricultura sobre la asignación irregular de permisos de importación de habichuelas y otros rubros. En ese caso hubo una denucia responsible de la Casa Castillo.

Si como dice el doctor Castillo “le llegó la hora a los ministros y directores de la administración pública que permiten irregularidades en sus departamentos, ¿no sería de buen tino haber procedido contra algunos corruptos como un esfuerzo de ejemplarizar? ¿Por qué ahora y no en los diez años que lleva el presidente Fernández al frente del Estado?...¿Qué podríamos entender cuando de pronto todos deben estar alineaditos, correctos y pulcros como nunca ha sido?.

Vincho podría alegar –y hasta con razón- que más vale tarde que nunca. Pero qué hacer con los funcionarios que puedan incurrir en faltas de ahora en más, éstos podrían alegar “por qué con nosotros sí y con los otros no? Es obvio que ante la admisión del doctor Castillo acerca de la “percepción de corrupción” no solo queda claro el asunto, sino que ilustra en el sentido de que en la disposición del Presidente se esconde un “meta-mensaje” a sus funcionarios diciéndole que ya no los puede proteger más.

Sólo eso explica la frasecita de Vincho de que “le llegó la hora a los ministros y directores generales” que dilapidan los fondos públicos. A confesión de parte relevo de pruebas, pues la semiótica lo ha evidenciado.

De ahora en adelante Vincho tendrá la oportunidad de saber, y denunciar, si es verdad que funcionarios muy próximos al poder, son beneficiarios de importaciones de alimentos a tal nivel que parece un “rio blanco” lleno de povechosas oportunidades.

Como ahora solo se ha advertido que se aplicará la ley de compra y contrataciones del Estado, los involucrados en la cruzada por la honestidad y el buen gobierno no podrán bajar la guardia, sino que la eleven y estén mas vigilantes.

¿Aceptaría Vincho, y el gobierno, que esa vigilancia es una ayuda y no una labor capciosa contra el gobierno?.

Si acepta el papel de la sociedad civil en el esfuerzo de transparencia administrativa se ganará el reconocimiento de la República, de lo contrario que Dios se lo tome encuenta… y la semiótica.

La respuesta

Por Marino Vinicio Castillo

El distinguido amigo, embajador Silvio Herasme Peña, publicó un artículo en la edición del domingo 7 de este diario, bajo el título “Vincho y la semiótica”.Quizá no pudo apreciar el carácter injusto de su contenido. Pienso que su larga ausencia sirviendo exitosamente en embajadas diversas, particularmente la de Colombia, no le permitió percibir mi incesante lucha pública contra la corrupción y la droga.

Entiendo que solo así él pudo ejercer un disimulado menosprecio en mis luchas y mis riesgos en ese campo tan áspero y proceloso. Tan lleno de alevosas asechanzas de donde menos se esperan.

Las habichuelas de San Juan y el fraude impune nadie lo trató como tema con mayor fuerza que yo. El ajo y las papas de Constanza nadie le ha hecho defensas más ardorosas que las mías.

Las condenables licencias de importación de alimentos que datan de décadas y que han sabido arruinar la producción nacional, ninguno de los hombres públicos del país les ha hecho censuras tan duras y sostenidas como las mías.

Las 34 auditorías, una verdadera catedral de impunidad desde cuyo púlpito advirtiera el importante dirigente político nacional Danilo Medina, que “el país se caería para atrás al conocerlas”, nadie las ha reprochado con mi vehemencia.

Incluso, al rechazar la excusa de que tuvo que ser así la impunidad, porque había que negociar la gobernabilidad por ella, nadie se ha mostrado más inconforme y emplazador que yo.

Monte Grande y su sombría trayectoria desde el grado a grado fallido, hasta la licitación aberrante y el primer picazo sin diseño, nadie lo ha tratado con mayor rigor que el mío.

Lo de Codacsa, que es un pantano que corresponde a la autoría de las dos administraciones de gobierno que supieron consentir, primero, y apoyar después, una pseudo-concesión, que ya le ha costado al Estado nuestro 23 millones de dólares en honorarios de abogados extranjeros en arbitraje, nadie lo ha planteado con la crudeza con que lo he hecho yo.

En fin, todas las actuales y pasadas inconductas delictivas han sido los temas esenciales de mi programa La Respuesta.

He llegado a pensar que si mi distinguido amigo el embajador Herasme hubiese seguido el curso de mi trayectoria frente al trastorno de la corrupción, no hubiese escrito con ligereza.

Venir ahora a brujear con la interpretación de signos sociales, supuestamente aparecidos en mis palabras al referirme a las últimas administraciones y su funcionariado, no es noble, ni justo.

Pienso que más bien puede resultar semiótico el propio artículo del embajador Herasme. Quizá lo estén celebrando los rencores de algunos que habrán de ser tocados por las nuevas y drásticas medidas de control.

Es posible, ciertamente, que algunos pro-cónsules y controladores de los fueros de los negocios turbios alrededor de la peligrosa gerencia pública del Estado, tanto del funcionariado como del sector privado, vean en el artículo una muestra interesante destinada a la descalificación y el desaliento de quienes, en una forma u otra, no nos hemos separado de nuestros deberes para condenar la desgracia de la corrupción como un gran mal mundial, inmemorial y perversamente nacional.

No desconozco que a muchos les gustaría que yo tirara la toalla y bajara del ring. Sería el júbilo de ellos que se produjera mi retiro del escenario de combate y renunciara a la grave tarea de mantenerles bajo vigilancia y cuestionamiento.

En realidad, a mí es inútil tratar de interpretarme viendo en mis palabras señales sociales. Menos creerme posible autor de señales de humo, pues siempre he estado de frente y directo.

Por ello, cuando mi distinguido amigo y embajador Herasme hace la mención del “fogoso funcionario que ha cabalgado sobre el mulo de las denuncias desde 1978, hace 32 años”, debió de ser más justo y recordar los asesinatos de Orlando Martínez y Gregorio García Castro, en ocasión de los cuales mi queja, mis demandas y mis señalamientos acusatorios, fueron más fuertes y desafiantes que desde los de la propia clase periodística.

Cinco años antes del ‘78. Cuando se quiere poner una supuesta “confesión” del denominado “Zar de la honradez administrativa y de la lucha contra el narcotráfico”, se hace alusión a una ley que se le pone como edad 14 años y se dice que “por qué se esperó a que en la población exista la percepción de que hay corrupción”.

La única respuesta que me merece es la de sentir lástima por una observación tan peregrina como esa.

La ley no es tan vieja y la Mesa No.1 del IPAC reconoció “los avances de gobierno en su desarrollo en los últimos 4 años”. Precisamente, un año menos que su edad.

Leonel Fernández, de quien fuera embajador el autor del artículo en mención, por largo tiempo, de lo que ha estado necesitado es de que sus amigos verdaderos, que tengan convicciones contra ese mal nacional de la corrupción administrativa y privada, le acompañen en el nuevo diseño del ordenamiento jurídico con que ya contamos y que se sumen en forma constructiva a esfuerzos como los que propiciaran los organismos multilaterales, la Unión Europea, gobiernos amigos de naciones de alto desarrollo, para poder organizar los métodos y procedimientos, así como desarrollar los adiestramientos necesarios para una lucha de enorme magnitud.

No es segura ni confiable “la percepción pública” que el enjambre sabe excitar como un ciego zapatazo de los intereses que la condicionan a través de sus adláteres de la comunicación social, no profesional. No ocurre así, en cambio, con la percepción que surge del trabajo de mesa responsable, y es a esto a lo que Leonel Fernández ha respondido en forma efectiva y neta.

Nunca será tarde insistir y luchar por la regeneración nacional. En esto no hay mucho espacio para lo agorero.

No hay comentarios: