La iglesia Católica realizó su tradicional marcha de la fe, dedicada a la vida consagrada y a la familia. Una multitud de feligreses recorrió varias cuadras de Bella Vista hasta reunirse en la Casa San Pablo, clausurando la jornada que se realiza de manera ininterrumpida el viernes posterior al miércoles de ceniza.
La procesión fue encabezada por el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Santo Domingo, monseñor Amancio Escapa.
Posteriormente, al encabezar la eucaristía, Escapa, quien estuvo acompañado del también obispo auxiliar Víctor Masalles, sacerdotes y diáconos, proclamó la necesidad de fortalecer el vínculo de la familia y al mismo tiempo vivir una vida consagrada.
Dijo que durante el recorrido pudo observar miradas de indiferencia en unos, de rechazo en otros, de admiración en algunos y nosotros queremos predicar con el ejemplo”, puntualizó.
Significó que en la eucarístía recordaba fundamentalmente la familia y la vida consagrada.
“Durante todo el año estamos viviendo en esa dimensión, de la familia y de la vida consagrada”, manifestó.
Los feligreses que habían caminado proclamando la vida, escuchaban el mensaje de Escapa, muchos de ellos portando letreros y pancartas con tres mensajes reiterados: “Déjalos nacer, Ratificar el Código Penal y Los bebés no saben de leyes”.
“La vida consagrada con un año que el Papa ha querido consagrar a dimensión, y nosotros, uniendo los dos temas, decimos, la vida consagrada es parte de tu familia”, subrayó. Dijo que familia y vida consagrada son las dos caras de una misma moneda para llegar a la meta.
“Podemos decir que la familia es la perfección de la obra de Dios creador: hombre y mujer los creó”, explicó.
A pesar de la llovizna que se intensificaba a intervalos tanto en la caminata como en la misa de acción de gracias, los asistentes permanecieron invariables en su actitud de alabanzas y cánticos. Monseñor Escapa hizo énfasis en que sin la unión del hombre y la mujer no sería posible el nacimiento del ser humano, al hablar de la consolidación de la familia.
Proclamó que con eso se afirmaba el matrimonio entre hombre y mujer.
“Decía el papa San Juan Pablo II, la vida consagrada es un don para la Iglesia”, expuso.
Se cuestionó qué sería de la Iglesia sin religión, como decía Santa Teresa de Jesús.
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