Tras diez años de guerra en Afganistán, que han costado miles de muertos y miles de millones de dólares, las tropas internacionales empiezan a retirarse sin haber conseguido derrotar a los talibanes y en un país sumido en la confusión.
Ese es el panorama en vísperas de que el 7 de octubre se cumpla el décimo aniversario del inicio de la ofensiva de EEUU contra el régimen talibán por ofrecer santuario a Osama Bin Laden en su campaña terrorista contra Occidente que desembocó en los ataques del 11-S.
Los talibanes fueron desalojados rápido del poder, pero una década después Afganistán vive uno de los momentos más violentos.
Hasta ahora, el conflicto ha ocasionado, según un reciente informe de la universidad estadounidense de Brown, entre 34.000 y 46.000 muertos -extranjeros y afganos-, entre ellos hasta 14.000 civiles, de acuerdo con los cálculos más pesimistas.
Y el primer semestre de este año, con casi 1.500 muertos, fue uno de los períodos más cruentos para la población civil afgana desde el inicio de la contienda, según datos de la misión de Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA).
"No se puede matar a tiros a un mosquito escondido tras un elefante", afirma el exmilitar y antiguo miembro del Ejecutivo, Abdul Hadi, que denuncia que la actual estrategia es errónea.
"Afganistán necesita una guerra de inteligencia", dice este ex viceministro de Interior, que afirma que la prioridad es encontrar a un enemigo que se esconde entre la población civil, "algo imposible de hacer solo con policías y soldados".
El inicio de la retirada de los cerca de 130.000 militares extranjeros desplegados en el país, que concluirá en 2014, se ha hecho en paralelo al comienzo del traspaso de las responsabilidades de seguridad de la OTAN a las fuerzas afganas.
Sin embargo los cerca de 300.000 soldados y policías afganos no parecen suficiente para frenar a algunas decenas de miles de talibanes que, además, parecen haber cambiado de estrategia y optan por ataques espectaculares y golpes a altos cargos oficiales.
Incluso la capital, la ciudad más blindada de Afganistán, ha sufrido en los últimos meses serios ataques, como el asesinato del expresidente y mediador Burhanudín Rabbani hace unos días, que fue un duro revés a la estrategia del presidente, Hamid Karzai.
El exdirector de los servicios de inteligencia afgana (NDS) y político al que muchos sitúan como posible sucesor de Karzai, Amarulá Saleh, mostró hace unos días su escepticismo sobre el proceso negociador con los insurgentes, "que no llevará a la paz".
"Los líderes talibanes son totalmente favorables a la guerra, nunca han dicho que quieran la paz. Las estrategias erróneas del Gobierno desmoralizan al país", afirmó Saleh en una entrevista a la cadena afgana Tolo tras el atentado suicida contra Rabbani.
Estos diez años sin los talibanes en el poder han traído algunas mejoras al país en ámbitos como la educación, la salud o los derechos de las mujeres, pero son avances que no se han consolidado y muchos afganos temen que haya una marcha atrás.
Para Nafisa Afzal, maestra de escuela en Kabul y madre de tres hijas, las últimas muestras de fortaleza de los seguidores del mulá Omar son una señal de que pueden volver al poder y acabar con sus esperanzas de una educación libre para sus hijas.
"Los talibanes volverán y cerrarán otra vez las escuelas y colegios para mujeres y nos enviarán a todas a casa", dice Nafisa.
El futuro de Afganistán parece así lejos de aclararse.
Según escribía hace unas semanas en The New York Times el parlamentario británico y buen conocedor del Afganistán Rory Stewart, "el fracaso (en la guerra afgana) se ha convertido en inconcebible, invisible e inevitable", algo que tiene visos de paradoja.
Cuando en mayo fuerzas especiales de EEUU abatieron a Bin Laden en el oeste de Pakistán, el presidente afgano, Hamid Karzai, afirmó que el mundo estaba equivocado porque no era en Afganistán donde había que librar la lucha contra el terrorismo.DE.EFE
No hay comentarios:
Publicar un comentario