En su famoso tango Volver, Alfredo Le Pera dice, cantando Gardel, que 20 años no es nada. Pero yo añado que 50 años sí son muchos.
Hace justamente 50 años ingresé como reportero al LISTÍN DIARIO, que es mi segunda casa, aunque a veces las puertas estén entrecerradas. Sin embargo, siempre alguien me las abre, en este caso su director, Miguel Franjul, antiguo compañero de faenas.
En 1963, hace 50 años, los reporteros, choferes y fotógrafos arriesgábamos nuestras vidas en los disturbios que se produjeron a partir del fatídico golpe de Estado el 25 de septiembre, que dio al traste con el gobierno democrático de Juan Bosch.
Cuando el comentario común era “no vayan por Villa Consuelo, que hay un tiroteo”, a nosotros se nos decía: “Hay un tiroteo en Villa Consuelo, vete con un fotógrafo”.
Era algo parecido a lo que me recomendó el jefe de Redacción don Jaime Lockward el 28 de abril de 1965, cuando aviones de la Fuerza Aérea Dominicana bombardeaban a los revolucionarios constitucionalistas en el puente Duarte. Los aviones volaban en giro desde el Oeste hacia el Este, disparando sus ráfagas de ametralladoras que dejaron una gran estela de sangre. Recuerdo haber visto los cadáveres de ocho ciudadanos que fueron ametrallados desde el aire, tronchándoles las cabezas, mientras el querido amigo y fotógrafo Napoleón Leroux tomaba fotos.
En septiembre de 1963, algunos con anterioridad, solicitaron y obtuvieron empleo en el Listín ódirigido entonces por don Rafael Herreraó mis viejos compañeros Jaime Lockward, Pablo Rosa, Alfredo Licairac, Danilo Vicioso (don Diódoro) Ernesto Puello Bello, Luis “Ban Ban” Langa Mota, Susana Morillo (cronista de sociales) Aleyda Fernández, Pedro René Contín Aybar, Giovanni Ferrúa, Carlos Esteban Deive, el odontólogo Neftalí Martínez (Tafney), Humberto Soto Ricart, Pablo Golibart, Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Emilio Reyes (mi querido profesor), Silvio Herasme Peña, Virgilio Alcántara, Luis Reyes Acosta (fusilado inerme por los militares anticonstitucionalistas en Mata Redonda, Villa Mella, en 1965, junto a Yolanda Guzmán), Luis González Fabra, Alejandro Paniagua Ortíz, Antonio García Valoy, Eduardo Lockhard, Eladio Guzmán (Güico), Ciriaco Landolfi, Juan José Ayuso, Ramón de Jesús Lora, Luis Ovidio Sigarán, Manuel Severino, Félix Acosta Núñez, Pedro Caba, Pedro Gil Iturbides, Manuel Sorribas (corrector de pruebas; un portugués que llegó al país a la Marina de Guerra para hacer unas maquetas de sus navíos para la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre en 1954 y se aplatanó), y don José Agustín Concepción Susaña, historiador y lexicógrafo, maestro del periodismo, oriundo de La Vega.
No puedo olvidar a los dos mensajeros internos, Isidro (Tornillo) y al chofer Pedrito (¿Gómez Colón?), ni a Memo, otro chofer cuyo nombre se me escapa y quien luego se radicó en Nueva York; ni a Ramoncito Arias, quien atendía los teletipos. Es posible que se me olviden muchos de los compañeros de la redacción del Listín de esa primera camada, en la calle 19 de Marzo 52, Zona Colonial, a la cual se sumaron el hoy director del LISTÍN DIARIO, Miguel A. Franjul Bucarelly, Milciades Ubiera (quien antes trabajó en Meteorología y luego como corrector de página llegó a jefe de Redacción), Octavio Mata Vargas, el fotógrafo Napoleón Alburquerque, Marino Mendoza (hoy día juez del Tribunal Superior Electoral) José Romero Rojas, Napoleón Leroux, Julio Pimentel Baralt, Julián Cabrera, Guillermo Gómez, Santiago Gómez Richardson, Rafael Rodríguez Gómez, Renán Pujols, Guillermo Perallón (quien fue Jefe de Redacción) Fabián Cabrera, Hugo Izálguez, Antonio García Valoy, Augusto Obando Ramírez (colombiano), Francisco Comarazamy, Emely Tueni, Pedro Caro, Julio César Montolío, Oscar Gil, hermano del asesinado abogado y periodista Guido Gil, “vaporizado” en 1967 cuando gobernaba el doctor Joaquín Balaguer.
La Redacción de ese entonces estaba compuesta por verdaderas “estrellas del periodismo”, con sus altas y bajas, pero fundamentalmente por jóvenes que sentíamos una profunda pasión por el oficio, desvinculados de intereses económicos y políticos. Infortunadamente, esos ideales se marchitaron, a tal punto que hoy en día podemos ver a muchos colegas que ganan sueldos de miseria y, sin embargo, poseen bienes materiales (casas, apartamentos, yipetas, fincas) cuyos orígenes les sería difícil explicar. Es decir, gozan de un nivel de vida incompatible con sus ingresos.
Hay, como en todo, excepciones, que son aquellos colegas que se han mantenido desde hace más de 20 ó 30 años o quizás más con programas de radio, televisión u oficinas de asesores o de relaciones públicas, cuyos ingresos legítimos permiten justificar los bienes que poseen.
En un aspecto no relacionado, en el LISTÍN DIARIO aprendí mucho, tanto bajo la orientación de Herrera como de Francisco Comarazamy y Armando Almánzar, un hombre que detrás de su temperamento irascible ocultaba una gran bondad. Almánzar fue el sustituto de Jaime Lockward en la jefatura de Redacción, para posteriormente dar paso a Milcíades Ubiera, un morenito de Higüey de gran talento, que entonces era redactor de asuntos meteorológicos.
Guido Féliz tuvo después pocas horas como jefe de Redacción, pues renunció en un momento de cólera por un comentario trivial, ni siquiera dirigido a él, de Acosta Núñez, a quien llamó “trujillista”, en un momento en que tal calificativo era una especie de oprobio dada las connotaciones políticas que aquella palabra encerraba.
Guido Féliz, según pude apreciar durante el tiempo que le traté durante un período en que fui Jefe de Prensa de Radio HIN (RAHINTEL), tenía un temperamento verdaderamente agrio, como lo atestiguaban sus frecuentes pleitos verbales con otros periodistas con los cuales por cualquier cosa discutía, como por ejemplo con César Escoto Gómez. Sin embargo, Guido Féliz era un buen reportero, con gran conocimiento del idioma y muy consciente de sus responsabilidades.
Con anterioridad a su ejercicio periodístico, Guido Féliz trabajó como mensajero en All Americas Cable & Radio. Casi no le creían cuando desempeñando sus funciones confirmó a sus superiores que era la misma persona cuyo nombre figuraba calzando sus primeros escritos, mayormente sobre asuntos relacionados sobre el Evangelio y la Palabra de Cristo, en desaparecido meridiano La Nación.
Guido Féliz fue otro de los periodistas que emigraron a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Hasta su cierre el 2001, mantuvo una columna fija en el matutino El Siglo. En Estados Unidos publicó libros sobre Cristo y su Palabra. Murió de cáncer a mediados de 2010.
Antes no pocos teníamos grabadoras, pues que eran como la mitad de una caja de zapatos, con un micrófono con cable, que había que colgarse al cuello debido a su peso. En una palabra, teníamos que crear nuestra propia taquigrafía para captar con fidelidad las declaraciones o discursos.
Hoy día, con la modernidad, los jóvenes colegas que forman parte de las redacciones de los periódicos tienen como ventaja los medios tecnológicos que les permiten buscar datos en la red de Internet, sin necesidad de ir al Archivo General de la Nación, como teníamos que hacer nosotros hace 50 años.
Como diría el doctor Moscoso Puello en obra Navarijo: ¡Ay, aquellos eran otros tiempos!
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