En términos comunitarios, siempre es posible renacer, sobre todo si esto implica borrar prácticas nocivas y transformar la cotidianidad en un homenaje a la naturaleza. La comunidad de El Limón, ubicada en la provincia San José de Ocoa, es un claro ejemplo de esta afirmación. De ser un conglomerado que precisaba de la leña y el carbón para su subsistencia, se ha convertido en una comunidad autosuficiente, ejemplo de conservación y de prácticas amigables con el medio ambiente.
Surgida a principios del siglo pasado, se encuentra a unos 8 kilómetros del poblado de Ocoa. Su génesis está ligada a la migración de algunas familias venezolanas, que encontraron acogida en esta frondosa zona. Entre los primeros pobladores son mencionados los apellidos Presinal, López, Del Villar, Cuello, Mateo, Echavarría, Mejía y otros. Su núcleo poblacional se concentra en una estrecha extensión de terreno, donde habitan alrededor de 70 familias, manteniendo entre muchas de ellas prudentes trechos característicos de las comunidades rurales.
Los techos de zinc y las paredes de tablas de palmas son testigos precursores de la vida organizada en la zona. Todavía en El Limón se conservan muchas casas que mantienen su vigor y hermosura, a pesar del paso del tiempo y de las vicisitudes vividas en momentos de tormentas. La arquitectura presente en esta comunidad puede servir de excelente referencia para estudiantes y estudiosos de la vida durante los primeros dos tercios del siglo pasado.
El Limón comparte el denominador común de la mayoría de las localidades pertenecientes a la provincia, pues en las primeras décadas sus habitantes se manejaban con la precariedad que permitían los recursos naturales de la zona. Algunas familias se dedicaban al cultivo de productos de ciclo corto, o a la crianza de ganado caprino, parte del cual deambulaba silvestre por la zona y muchas veces era sustraído por extraños. Pero las pronunciadas precariedades y la necesidad de combustible para cocinar en la zona urbana llevaron a muchos en El Limón a convertirse en comerciantes del carbón de leña, viéndose forzados a deforestar la zona, hacer hornos para convertir la leña en carbón y luego trasladarla al poblado de Ocoa, con la finalidad de venderlo, medido en latas o por sacos. Todo esto lo hacían por necesidad, pues tenían que tamizar entre la bondadosa naturaleza circundante y la subsistencia de sus hijos, víctimas de miseria y desesperanza.
Esta práctica era activamente perseguida por las autoridades forestales, las cuales procedían a incautar el carbón y, a veces, a imponer castigos equivalentes a la justicia arbitraria de aquel entonces. Cuentan algunos conocedores del tema, que lo más penoso era que ese carbón, en muchos casos, era comercializado por algunas autoridades, no sin antes degradar con su trato vejatorio a los campesinos. El comercio del carbón convirtió la zona en un monumento a la deforestación, lo cual terminaría afectando a los mismos habitantes del lugar, marcado en el mapa de zonas de vida del país como bosque húmedo subtropical, pero con algunas características particulares del monte espinoso subtropical.
A mediados de los años 80, la intervención oportuna del padre Luis Quinn, junto a su equipo de entonces de la Asociación para el Desarrollo de San José de Ocoa y con el apoyo de organismos oficiales y organizaciones sin fines de lucro, posibilitó elevar el grado de conciencia de los habitantes de El Limón. Fueron instalados sistemas de riego que les permitieron volcarse a la actividad agrícola, reforestar las zonas devastadas y crecer junto a una nueva filosofía de conservación del medio ambiente. En esta y otras realizaciones primó la idea del cooperativismo, concepto de defensa del trabajador surgido como reacción a la Revolución Industrial. El padre Quinn se había capacitado internacionalmente en este renglón y lo convirtió en bandera del trabajo en las comunidades bajo su influencia.
Hoy en El Limón se realizan cultivos de ciclo corto. Como en toda la provincia ocoeña, la agricultura les sirve de sustento. La utilizan para hacer intercambios amistosos entre vecinos y para dar muestras de afecto solidario a los visitantes. Este estilo de vida ha atraído a más de un curioso, incluyendo extranjeros que decidieron vivir, sembrar y cosechar no solo frutos de la tierra, sino también de superación humana entre los habitantes de esta comunidad progresista y trabajadora.
La producción agrícola de El Limón incluye: tomates, zanahorias, berenjenas, cebollas, verduras, pepinos, entre otros rubros. Según relatan algunos comunitarios, recientemente hubo una excelente cosecha de habichuelas, superando todas las expectativas. Es preciso resaltar que varios agricultores de la zona se han volcado a la producción del denominado oro verde, el aguacate, abandonando la producción de ciclo corto o limitándose a cantidades de poco impacto.
Apiarios
Tal vez estimulados por el espíritu comunitario que predomina en El Limón, varios moradores se dedican a criar abejas, las trabajadoras comunitarias por excelencia, de las cuales extraen la cotizada y medicinal miel. Abundando en toda la zona de Ocoa diversidad de virus y afecciones respiratorias, esta miel se convierte en un producto altamente valorado, permitiendo a sus productores obtener el digno sustento.
Vías terrestres
En el año 2007 El Limón se convirtió en una referencia obligatoria, debido a los grandes y constantes derrumbes contiguos a su entrada, provocados por el paso de las tormentas Noel y Olga. Sus estragos impedían el tránsito en la carretera Ocoa-Cruce de Ocoa, situación que se repitió en varias ocasiones, producto de otros fenómenos naturales. Este problema se resolvió, pero no el gran problema interno de la comunidad.
Aunque la refrescante ventisca, el canto de las aves y la amarilla presencia de danzantes mariposas hacen el camino más placentero, la queja recurrente de los habitantes de la zona es el mal estado de la vía de acceso, polvorienta, estrecha y sumamente accidentada. Durante décadas, ha sido exigencia constante de sus habitantes la construcción de una carretera digna y apropiada, pues lo que tienen es un peligroso camino vecinal que es casi imposible de utilizar cuando llueve mucho, debido al lodazal que cubre gran parte de la vía. Aunque en el pasado se hicieron trabajos en la zona, los mismos solo sirvieron para entretener a la comunidad y evitar acciones contundentes de exigencia colectiva. En más de una ocasión, algún comunitario ha tenido que devolverse con su lata de comida para cerdos, porque el camino pantanoso no le permite transitar y atender su pequeña inversión. Pero igual les sucede a agricultores con grandes inversiones, obligados muchas veces a retrasar sus trabajos porque el lodazal es insondable.
Salud
Otra preocupación de los moradores de El Limón es la falta de un apropiado y accesible centro comunitario de salud. Aunque la distancia que le separa de Ocoa es relativamente corta, las dificultades aumentan ante la presencia de situaciones de emergencias médicas. Con una población envejeciente vulnerable, caso similar al de los párvulos, el reclamo pasivo se mantiene constante, con la esperanza de un día ser complacidos.
Comunidad tecnológica
A pesar de la lucha constante por la supervivencia, la comunidad ha ido de la mano con los avances tecnológicos. Desde finales del siglo pasado muchos de sus habitantes se dedican al aprendizaje y a la enseñanza de conocimientos ligados a las computadoras. En El Limón han surgido buenos diseñadores, diestros programadores y más de uno puede lidiar con la reparación de equipos de cómputos. Gran parte del mérito se lo lleva el Centro Alternativo Rural El Limón, una creación mancomunada de organismos nacionales, cooperantes internacionales y habitantes de la comunidad, activos y diligentes.
Hidroeléctrica
Fue en el año 1999 cuando los comunitarios, de la mano con diversos organismos nacionales e internacionales, inauguraron su particular central hidroeléctrica, logrando con esto una producción independiente del sistema eléctrico nacional y disponibilidad de agua concentrada para sus cultivos. Este fue un paso de avance definitivo para sus habitantes; pues varios se han capacitado en materias relativas a la gestión y manejo de centrales hidroeléctricas, conocimientos que les sirven tanto para el proyecto comunitario como para exportarlos a otros emprendimientos de la misma naturaleza. Al transitar rumbo a la parte céntrica de la comunidad, el visitante es acompañado por una gran cantidad de tuberías utilizadas para eficientizar el uso de las aguas comunes.
Tradiciones
En El Limón se siguen practicando los rituales mágico-religiosos que caracterizan al dominicano de tierra adentro, aunque el paso del tiempo los ha limitado. Parte de sus tradiciones consisten en noches de velas, cantos de salves, baile de palos; así como la práctica del convite y los baños en el río el Viernes Santo, antes de hablar con cualquier persona. Hoy existe diversidad religiosa y cada grupo realiza sus prácticas de manera particular; aunque sin reparar en las diferencias en esta materia, los habitantes de El Limón practican y valoran la hermandad, la cual manifestan con el trato afable y bondadoso, y al compartir el fruto de su trabajo con el vecino. Esta bondad parece revertirse como boomerang y la comunidad se mantiene en constante producción.
Turismo
En El Limón surgió una de las primeras ideas de turismo comunitario en la provincia San José de Ocoa; una iniciativa para enlazar a esta comunidad con la vecina localidad de Los Martínez, mediante vías terrestres cubiertas en motores de alto calibre, cuatrimotores y a lomo de caballo. Aunque el proyecto logró llamar poderosamente la atención, no se concretizó, pero sí despertó la curiosidad de muchos emprendedores, los cuales hoy incursionan en estas prácticas. En la zona existen terrenos disponibles para la venta a quienes quieren retirarse, veranear o dedicarse a una vida que conjugue los beneficios de estar conectado al frescor interminable del campo, pero muy cerca de las comodidades de la ciudad. Para ocoeños y visitantes, la idea de pernoctar en El Limón no tiene nada de agria.
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