Quizás no lo hemos notado, pero República Dominicana tiene dos días que se ven en tono rojizo los amaneceres y atardeceres, y ésto no ocurre solo aquí, sino también en todos los países del Caribe. Sin embargo, ese bello espectáculo tiene consecuencias poco alentadoras para el clima nacional, ya que se trata de una tormenta de arena proveniente del desierto de Sahara, en el continente africano, conteniendo material biológico y químico potencialmente dañino para la salud.
Este jueves, la Oficina Nacional de Meteorología (ONAMET) informó que desde este miércoles el territorio nacional está cubierto por el denominado "Polvo del Sahara", aunque supuestamente en un ambiente generalmente estable en el cual sólo surgirán tronadas aisladas.
Según el organismo de pronósticos, hace dos días que el cielo está brumoso a consecuencia del polvo proveniente desde el desierto de Sahara, pero que habrá una disminución en la ocurrencia de precipitaciones en gran parte de República Dominicana.
La Onamet indica que para este viernes se esperan algunos cambios, cuando una baja presión en altura genere un ambiente más inestable, mientras tanto, las condiciones estarán regidas por los efectos locales de calentamientos de una vaguada sobre el país, que provocará aislados chubascos de corta duración en algunas provincias de las regiones Noreste, Sureste y Cordillera Central.
Es decir, que para este fin de semana, la Onamet prevé que habrá un incremento en las tronadas vespertinas, por los efectos de una onda tropical que se localiza al Suroeste de Jamaica y que está asociada a la zona de aguaceros, tormentas eléctricas y ráfagas de vientos.
De acuerdo al último boletín de la Onamet, publicado este jueves en su sitio web, dicha onda tropical tiene un potencial de 10% para desarrollarse como ciclón tropical en las próximas 48 horas.
El Shara y el clima
Era desconocido el impacto que tiene el desierto del Sahara en el clima de América del norte y el Caribe.
El Instituto Scripps de Oceanografía, con sede en La Jolla, California, documentó que cada año las tormentas de arena en el norte de África transportan 450 millones de toneladas de polvo terrestre, de las cuales 43% ingresa al Atlántico norte.
Los minerales transportados desde suelos africanos provocan un enfriamiento en la superficie marina que altera el flujo de agua y aire hacia el poniente del Atlántico, en dirección hacia la zona que colinda con el Golfo de México y el mar Caribe.
Dice que pese a que es prematuro afirmar que el polvo de África estimula la presencia de huracanes en América, la evidencia señala que las tormentas africanas sí juegan un rol en el cambio de clima del Caribe y Golfo de México.
Sin embargo, el traslado de polvo hacia el mar se ha acelerado en las últimas décadas por la deforestación y el cambio de uso de suelo en diferentes partes de África, lo que facilita la erosión, la volatilidad del polvo y la aparición de tormentas de arena más poderosas.
Según un estudio presentado recientemente en Estados Unidos, las toneladas de polvo de los desiertos transportadas por el viento a miles de kilómetros alrededor de la tierra influyen en el clima y también actúan contra el calentamiento global, al bloquear los rayos solares.
La climatóloga Nathalie Mahowald, dijo el pasado viernes en la conferencia anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS), que "las partículas del suelo del desierto pueden ser llevadas a miles de kilómetros en la atmósfera y durante esos períodos interactúan químicamente con las nubes y las radiaciones, modificando así el clima".
"Hemos integrado el polvo en los diferentes modelos climáticos para tratar de cuantificar el impacto (...) y de eso resulta que la variabilidad de esas partículas es muy importante para predecir el cambio climático y (...) comprender lo que sucedió en períodos anteriores y predecir mejor el futuro", explicó la experta de la Universidad de Cornell (Nueva York) en la reunión de la AAAS que se celebra del 18 al 22 de febrero en San Diego (California, oeste).
En tanto, el geólogo Daniel Muhs, de la Oficina Estadounidense de Estudios Eeológicos (US Geological Survey), "las épocas terrestres donde hubo más polvo transportado en la atmósfera correspondió a los períodos glaciares". Hoy "vivimos en un momento en que hay menos polvo", agregó. Para Muhs, las variaciones en la masa de las partículas transportadas por el viento "son de gran importancia para el ciclo de CO2" y las radiaciones solares en el planeta.
La memoria geológica permite probar los modelos climáticos usados para predecir las futuras condiciones climáticas, explicó Muhs. La relación entre el polvo y el clima fue especialmente documentada en las últimas décadas por Joseph Prospero, un profesor jubilado de química atmosférica y marina de la Universidad de Miami (sureste).
"Los primeros 30 años de mediciones de polvo atmosférico muestran una fuerte relación entre los aerosoles transportados a través del Océano Atlántico desde Africa y la cantidad de precipitaciones en el Sáhel y la región de Sudán", dijo el experto.
Su estudio mostró que la cantidad de polvo del Sahara aumentó considerablemente hacia finales de los años 1960 y al comienzo de los años 1970, al mismo tiempo que ocurrió una importante sequía en el norte de Africa. Algunos de los períodos más intensos de este transporte de polvo también correspondieron a la alta intensidad de la corriente marina de El Niño, que puede afectar la fuerza de los vientos y la variabilidad de las lluvias, observó Prospero.
Sin embargo, señaló que se deben realizar más investigaciones para "comprender mejor la mecánica de las relaciones entre el clima, las precipitaciones y el transporte de polvo por el viento". El polvo también desempeña un papel crucial en la fertilización y el control de la vegetación, dijo por su parte Olivier Chadwick, profesor de geografía y ciencias ambientales en la Universidad de California.
"Algunos efectos de este desplazamiento de polvo del desierto que cae en otras partes del planeta son muy positivos, porque estas partículas también transportan nutrientes que se depositan, por ejemplo, en la cuenca del Amazonas y fertilizan la selva tropical", indicó. Daniel Muhs precisó que aproximadamente 10% de la superficie de la Tierra está cubierta de loess, un sedimiento transportado por el viento que forma los suelos más fértiles del mundo.
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