Miedo. Duele, Rotas.
En la intimidad, en ese espacio que llamamos el hogar, ser mujer es más peligroso en República Dominicana que en cualquier otro lugar de América o Europa.
En la intimidad, en ese espacio que llamamos el hogar, ser mujer es más peligroso en República Dominicana que en cualquier otro lugar de América o Europa.
Un poco más del doble de mujeres mueren asesinadas en el entorno doméstico en República Dominicana que la media del resto de la región (incluido Estados Unidos) y cinco veces más que la media en Europa, de acuerdo a las estadísticas de incidencia de feminicidios en el hogar por millón de habitantes publicadas a mediados de este año en el III Informe Internacional: Violencia contra la mujer en relaciones de pareja, del Centro Reina Sofía, de España.
Las cifras oficiales de la Procuraduría para la Mujer apuntan que 202 mujeres han sido asesinadas por ser mujeres hasta octubre de este año. En 110 de esos crímenes, que se llaman feminicidios, mujeres murieron ahorcadas, apuñaladas, baleadas, quemadas, decapitadas por hombres a los que, en su mayoría, habían dejado precisamente por violentos.
En lo que va de noviembre han muerto al menos nueve más, de acuerdo con la feminista y directora de la organización no gubernamental Colectiva Mujer y Salud, Sergia Galván.
El año pasado cerró con 210 muertas, cifras casi idénticas a las que vemos hoy. Este año morirán más mujeres, hermanas, hijas, madres, amigas, jefas, compañeras de trabajo.
“Cuando una mujer está más vulnerable o en riesgo de ser violentada por estos hombres (agresores) es cuando ellos tienen esa sensación de pérdida inminente, cuando se va a romper un vínculo, o ya se ha roto. Al convencerse de la no recuperación aumenta la peligrosidad... la mayoría los feminicidios vienen por esa vía”, explica Luis Vergés, director del Centro de Intervención Conductual para Hombres de la Procuraduría Fiscal del Distrito Nacional, un centro que recibe unos 30 casos nuevos cada semana de hombres que han golpeado, amenazado, intimidado a mujeres que se han querellado, y entre cuyas medidas de coerción está la asistencia a terapia. Actualmente hay unos 200 en tratamiento.
Observo. Silencio. Cómplice.
En una sociedad con los ojos cerrados, los oídos tapados y la boca cosida, la violencia en el hogar se normaliza. “Nadie se altera terriblemente, ya la gente lo ve como otra muerta. Otra más cayó. Y creo que en el tema de niños, Niñas y Adolescentes la gente no quiere saber. La cantidad de abusos sexuales, de incestos en este país es alarmante. Pero la gente no quiere saber”.
En una sociedad con los ojos cerrados, los oídos tapados y la boca cosida, la violencia en el hogar se normaliza. “Nadie se altera terriblemente, ya la gente lo ve como otra muerta. Otra más cayó. Y creo que en el tema de niños, Niñas y Adolescentes la gente no quiere saber. La cantidad de abusos sexuales, de incestos en este país es alarmante. Pero la gente no quiere saber”.
Glorianna Montás habla, se indigna, se cubre de una armadura para aguantar cada vez que le toca entrevistar a un niño o niña golpeado, violado, roto por quienes debieron cuidarle.
Montás es la cabeza de la Dirección Nacional de Atención a las Víctimas, y por más horrores que presencia cada día no deja de indignarse.
Ella sabe que en los hogares donde hay violencia de género se cocina también la receta para el abuso sexual de niños y niñas. Lo ve una y otra vez.
Unicef lo ha denunciado: alrededor de la mitad de las muertes de niños o niñas menores de cinco años está relacionada con la violencia doméstica o accidentes en el hogar, dice el boletín desafíos del UNICEF, de julio 2009.
A Glorianna Montás le impacta que pocas personas reaccionen ante la evidencia de que cada vez más mujeres que mueren agredidas o asesinadas son realmente adolescentes, niñas en relaciones con hombres que podrían ser sus padres y hasta sus abuelos.
Espanta, dice Valerie Julliand, coordinadora residente del Sistema de lasNaciones Unidas y representante residente PNUD, que la violencia de género sea la principal causa de muerte de la mujeres entre 15 y 40 años.
“Más que el cáncer, la malaria, los accidentes de tránsito”. O que en el mundo, según datos de la ONU, una de cada tres mujeres será golpeada, violada o maltratada de alguna otra manera en el mundo.
Golpes. Llanto. Insultos.
La violencia como mecanismo de crianza atraviesa toda la república a lo largo, ancho y es transversal a las clases sociales.
La violencia como mecanismo de crianza atraviesa toda la república a lo largo, ancho y es transversal a las clases sociales.
Hablar de pelas, gritos desesperados y castigos tanto físicos como psicológicos como parte del papel de padres y madres resulta “normal” para una población que ha visto y recibido ese mismo tipo tortura en su infancia.
En 2006, la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (Enhogar) lo demostró.
“El 83.4% de niños y niñas de 2 a 14 años la padecen (la violencia); en mayor proporción los niños que las niñas, 85.3% y 81.5% respectivamente.
Las diferencias más importantes se dan por grupos quintílicos de riqueza, pues 87.4% de niños y niñas del grupo más pobre padecen castigo frente a 77.8% en el grupo más alto”.
El castigo corporal está tan normalizado en nuestra cultura, que en un estudio sobre maltrato infantil en barrios de Santo Domingo Norte presentado por Intec en abril de este año, 15.7% de los jóvenes entrevistados consideraron como “normal y natural” que los padres golpearan a sus hijos menores de 10 años y 19.6% pensó lo mismo si se trataba de mayores de 10. En los dos grupos, una proporción similar no supo qué decir.
La cultura del castigo se instaura también en lo público.
Este martes 21, los diputados aprobaron en segunda lectura la modifi cación del Código para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes y, como medida para enfrentar el aumento de crímenes y delitos cometidos por menores de edad, se recurrió a un incremento de la pena máxima de prisión, que en el caso de niños y niñas entre 13 y 15 años, pasaría de 3 a 10 años de reclusión, y para los adolescentes entre 16 y 18, de 5 a 15 años de cárcel.
Prioridad. Dinero. Acción.
El Ministerio de la Mujer, que nació con la ley 86-99 para “establecer las normas y coordinar la ejecución de políticas, planes y programas a nivel sectorial, interministerial y con la sociedad civil, dirigidos a lograr la equidad de género y el pleno ejercicio de la ciudadanía por parte de las mujeres”, recibirá en el año fi scal 2012 el 0.12% del presupuesto de la nación para, con esos fondos, RD$426,449,592, planifi car, vigilar y cambiar las condiciones sociales que hacen tan peligroso pertenecer al sexo femenino en un país que ocupa el séptimo lugar de 137 países en el ranking de los feminicidios generales (domésticos y no domésticos) por millón de mujeres del centro Reina Sofía.
El nuevo presupuesto representa un aumento de RD$43.6 millones.
Como fondo especial para “albergar a víctimas de violencia intrafamiliar y doméstica” el gobierno ha dispuesto para todo el año 2010 de RD$1,426,764, según la ley de presupuesto 294-11.
Para Susi Pola, investigadora del feminicidio y activista por los derechos de las mujeres, son insufi cientes los esfuerzos estatales para combatir la violencia. Faltan, dice, que se involucre Salud Pública, que se ataque el acoso sexual en las escuelas, que se dote de herramientas al Ministerio de la Mujer y que se creen las Oficinas de Equidad, Género y Desarrollo en todos los estamentos gubernamentales.
Falta poner el dinero y la voluntad donde está el discurso, plantean los grupos de mujeres que reclaman más atención a un problema que mata a más personas que el dengue o el cólera.
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