Porque, si vamos a examinar este film en el contexto de otros del patio, entonces se puede afirmar que es mejor que “Lascivia”, que “Lío de faldas”, pero no llega a la categoría de “Jaque Mate” o de “La lucha de Ana”.
Veamos. La historia, que a juzgar por los créditos se dice original de Alfonso Rodríguez, no es más que otra de las tantas versiones que se han hecho de la muy famosa novela de Robert Louis Stevenson “Dr. Jekill and Mr. Hyde”, que es eso mismo que vemos, aunque en el original es un científico que prepara un brebaje que, en las noches, le transforma en un sádico asesino. Con esa historia original se han hecho más de media docena de cintas. Variantes, “The Nutty Professor”, de Jerry Lewis, excelente, y la de Eddie Murphy, grotesca y grosera y detestable.
Y, ojo con los firmantes del comunicado que acusa al film de racista: todas las anteriores se desenvuelven igual, con una única diferencia fundamental: que el ente original y el transformado son, ambos, blancos en los primeros casos, negros en el de Murphy. Ahora el feo es negro, y el lindo blanco.
Ahora bien, en este caso lo mediocre no anda por el lado del racismo, porque el negro es un individuo exitoso en lo intelectual o comercial, y el blanco no tiene nada que ver con ese éxito sino que si triunfó es del lado de las chicas. En realidad, más que protestar por ese atisbo de racismo yo convocaría a las asociaciones de mujeres profesionales o de cualquier tipo para que protestaran porque, al igual que en la detestable “I love bachata”, la Mujer, la Mujer dominicana, es un objeto estúpido que sólo existe para buscar a alguien buen mozo para acostarse con él, son seres descerebrados que, por lo que vimos, no sirven para más nada que no sea enseñar las bien torneadas piernas y dejar asomar los senos, nalgas aparte. Desde ese punto de vista, son todo un éxito.
El problema, entonces, no reside en el racismo (y no estamos de acuerdo en eso de prohibirla: para nosotros, la prohibición está eso: prohibida), sino en otros detalles más importantes desde el punto de vista del cine: los comerciales no son subliminales: nos los arrojan en la cara cada cinco minutos. Las exageraciones frecuentan, hasta un actor probado como Frank Perozo se sale de madre, y Fausto Mata, cuya personaje se queja de ser feo, incrementa su fealdad con un buen surtido de muecas. Las incongruencias menudean: el feo es despreciado por todas, menos por la pobrecita Mariel (que cuando consintió en amarle no pudo darle un beso, como debió ser), pero, en la secuencia final, no menos de tres hermosas buscan el favor de ese mismo feo tan despreciado. El feo quiere explicar a Mariel lo que sucede, pero cuando tiene la oportunidad no lo hace: lo más simple era esperar las doce de la noche en el carro junto a ella para que comprobara la verdad, pero no, hay que seguir con el desaguisado y por eso se baja para que ella no se entere y ganarse unos minutos para que no se diga que es un medio metraje.
En resumidas cuentas, que no nos gusta la comediucha, pero que, después de todo, las hemos visto peores con el famoso Adam Sandler.DE LISTIN DIARIO.COM
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