La de Jessica Stilwell es la historia de millones de madres en todo el mundo que, quizás por cuidar su salud mental, nunca se paran a contar cuánto tiempo al día dedican a limpiar y recoger lo que sus hijos adolescentes dejan tirado por la casa. Stilwell se declaró en huelga, fue silenciosa, no declarada, y pactada en connivencia con su marido.
El objetivo era lograr que sus hijas cayeran en la cuenta por sí mismas de que “su madre no era su empleada”, y que alguien tenía que ocuparse de la estela de suciedad y destrucción que dejaban detrás.
Stilwell y su marido vieron cómo su experimento doméstico dio frutos.
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