Se está perdiendo un tiempo precioso para asumir con responsabilidad la reubicación de miles de familias que paulatinamente están viendo que las aguas del lago Enriquillo invaden sus predios. La expansión va, día a día, cobrando terreno, y oficinas del Estado de la franja fronteriza en Jimaní ya están cubiertas.
Recientemente el desbordamiento de un río obligó a evacuar a miles de lugareños de Jimaní. “Fue una noche de terror y conmoción”, declaró Carlos Féliz a nombre de los afectados.
El país, los políticos, los empresarios y comerciantes, los medios de comunicación, los profesionales y técnicos, la sociedad civil y el resto de la nación deben reaccionar a tiempo ante la inminente desgracia que sepultará bajo las aguas del lago Enriquillo a poblaciones enteras del lejano Sur.
Se pierde mucho tiempo en asumir con responsabilidad la reubicación de millares de familias, que ya han visto el lago convertirse en mar y arropar sus tierras de cultivo.
El lago se expande cada segundo, ya ocupó y sepultó parte de las oficinas del Estado situadas en la franja fronteriza de Jimaní.
Hace muy poco tiempo que el desbordamiento de un río arrasó con miles de personas en la comunidad de Jimaní, en una noche de terror y muerte que conmocionó a una buena parte del mundo.
Hoy, al margen de las múltiples explicaciones teóricas que se construyen para justificar el desbordamiento del lago, estamos cruzados de brazos porque la ocupación de las aguas sobre la tierra se produce de manera lenta y progresiva y la gente continúa la vida como si nada estuviese pasando. Sólo en la zona de Duvergé han quedado dentro del lago 73 mil tareas agrícolas y ganaderas.
El lago está entre las comunidades, se trepa sobre la carretera y empieza a ocupar los lugares habitados por mucha gente.
Si el fenómeno explosiona una noche cualquiera, es decir, si se produjera un estallido inesperado, abrupto, del agua porque se produjera una grieta importante, un sismo, podríamos encontrarnos con la pesadilla de que decenas de miles de personas perecerían en el entorno de comunidades cerradas.
El fenómeno es creciente, el lago avanza y ocupa la tierra, la vida no será la misma en aquella región. El lago estaba a kilómetros de la carretera Duvergé –Jimaní y hoy ya se puede tocar con las manos desde la vía en algunos puntos.
Las iguanas están en la carretera. La gente no sabe hacia dónde irá, dónde construirá las nuevas casas y a qué actividades habrá de dedicarse una vez desprovisto de su hábitat natural, de la fuente de subsistencia. Estamos ante una zona que debe ser declarada en estado de emergencia, orientar hacia las gentes políticas definitivas para enfrentar la problemática, pero hacerlo ya, antes de que el agua materialmente nos llegue al cuello.
Quien tenga familia, amigos y conocidos en el entorno del lago Enriquillo, y que viva en otros puntos del país, debe unirse en una cruzada nacional para obligar, para mover al Gobierno y al país a resolver el problema de las personas de esa zona, ahora, porque mañana será muy tarde.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario