Así estaban ayer en su casa de Los Botados de Boca Chica, juguetonas, las siamesas separadas Teresa María y María Teresa. Su madre, Lisandra Sanatis, de 36 años, habla de cómo el nacimiento de estas niñas, pegadas por el abdomen, transformó su vida.
Lisandra Sanatis, de 36 años de edad, inició hace casi dos años la aventura de su vida. En lo que para muchos sería un revés del destino y para ella sólo otra “prueba” de Dios, alumbró a unas siamesas a quienes llamó Teresa María y María Teresa.
Desde entonces, su vida ha devenido en una serie de altibajos que la han llevado a viajar por primera vez en avión, a estar alejada de su familia durante más de cuatro meses y recibir una abrumante atención de parte de los medios nacionales e internacionales.
Ahora que las niñas han sido separadas y se recuperan satisfactoriamente en su humilde vivienda de la comunidad de Los Botados, en Boca Chica, la mujer puede por fin hacer planes para sus pequeñas, entre los cuales es prioridad insertarlas a la educación inicial cuando cumplan dos años.
Casada con el albañil Marino Tapia, son sus hijos mayores Cristian, de 18 años; Alexander, de 10, y Lisander, de cuatro.
El peso de la fe. Sobre el milagro de la salud de las niñas y de su pronta recuperación, Lisandra sólo habla de Dios y de la fortaleza que recibió de él a través de sus oraciones durante todo el proceso.
“Me enteré de su condición el día del parto”, confiesa la mujer todavía asombrada. Ni una de las siete sonografías que se hizo durante los nueve meses del embarazo reveló que sus niñas estaban “unidas”.
Con un vestido blanco y negro, que abrazaba su voluptuosa figura, y con aretes, reloj y anillo que hacían juego, Lisandra es sin duda una mujer muy coqueta. “Sufrí y lloré mucho”, recuerda, mientras cruzaba las piernas en el comedor de la salita de su casa.
Dijo que el momento en que se dio cuenta de que todo estaría bien fue justo tras la cirugía cuando le preguntó a María Teresa, la más débil, ¿Cuántos años tiene la nena de mami? y aún bajo los efectos de la anestesia, la pequeña levantó su dedito anular y señaló “uno”, como acostumbraba.
En más de una vez Lisandra dejó la conversación para recoger juguetes del suelo y el rastro que dejan por todos lados sus cinco hijos y varios sobrinos. Eso sí, nunca olvidó su gesto delicado y gran sonrisa.
Felices y cariñosas. Al momento de la visita dormían, pero tan pronto su madre se acercó a las camitas de su habitación, despertaron para pedirle un abrazo. También se abrazaban y besaban la una a la otra.
Ante el flash de la cámara fue natural el gesto de “adiós” dibujado con las manos y salieron de pronto las sonrisas. Las niñas, que vivieron por un año y siete meses unidas del vientre, están aprendiendo a dar pasitos para caminar. Estaban acostumbradas a caminar hacia los lados.
Gratitud
Lisandra Sanatis, madre de las pequeñas ex siamesas agradece a Dios que sus niñas hayan podido recuperarse y a la primera dama, Margarita Cedeño de Fernández.
Vecinos festejan
Francia Cuevas, vecina de la familia durante más de 15 años, también dio las gracias a Dios por el éxito de la operación de las niñas. Dijo que las niñas, que la llaman “tía”, siempre sonríen de alegría.
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