martes, 20 de septiembre de 2011

Quique Cruz nació para triunfar FUE MIEMBRO PROMINENTE DE LA SELECCIÓN RD DE BÉISBOL EN VARIAS OPORTUNIDADES

Amor. Enrique-Quique- Cruz junto a su esposa Elvira, su consorte durante 33 años y de cuya unión nacieron Carolina, Enrique Jr, Elvis y Claudia. Ambos fueron captados por Listín Diario en uno de sus tantos momentos de amor y confraternidad
Santo Domingo

En la mayoría de los éxitos cosechados por Enrique Cruz durante su dilatada trayectoria en la vida, el factor sorpresa ha desempeñado un papel primordial: su traslado a Santo Domingo para desarrollar una carrera en el béisbol, conocer a Elvira, su pareja de 33 años, fundar la liga que lleva su nombre y hasta recibir la llamada que lo ubicará el próximo 16 de octubre en el nicho de los inmortales, del Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano.

Quique Cruz, un hombre que nació para batear, representar con dignidad a su país en eventos internacionales, realizar con integridad y entereza una labor profesional en una empresa de gran importancia, un mentor que desde 1985 capacita una gran cantidad de niños, pero más que todo un padre y esposo ejemplar que con mucho esfuerzo levantó a su familia y tal como lo define su consorte. “Cada vez que recibía el pago de su salario el primer dinero que sacaba era el de sus padres a quienes enviaba en su natal Imbert”.

Precisamente en ese poblado comenzó a desarrollar sus habilidades, pues desde niño azotaba a los lanzadores con una facilidad extraordinaria, no importando que participara con mozalbetes que lo superaran en edad y estatura.

Era la época de un béisbol romántico, donde muchos talentos como el que exhibía Quique se perdían en los campos, tiempo de viajes difíciles hacia la capital para aquellos que anhelaban emigrar en busca de mejor suerte por no contar con un techo familiar seguro donde residir en la antigua ciudad.

Cruz no escapó a este caso, y antes de comenzar a producir sus grandes batazos en Santo Domingo, debió lidiar con la dificultad natural de aquellos que vienen del campo sin recursos económicos a tratar de desarrollarse en la gran ciudad, dejando una excelente convivencia familiar, con las “tres papas aseguradas”, techo propio, pero abrazar el éxito era lo que pasaba por su mente y el de su padre Severiano Cruz. Una vez quiso Quique flaquear y querer regresar, pero su padre le envió una carta antológica que aún, el próximamente inmortal, conserva como línea de vida.

Los escollos presentados no impidieron que Cruz maltratara con un bateo de poder sin igual el pitcheo capitalino. Desde que alcanzó status de sólido con el madero, sus compañeros comenzaron a apodarlo como el “Toro”.

La primera sorpresa aconteció una mañana cuando jugaba en el play de Imbert y por coincidencia se encontraba en el poblado Chucho Tejeda, hermano de Wescenlao -Laíto- Tejeda, quien lo observó jugando y quedó tan maravillado con lo fuerte que conectaba la pelota que de inmediato llamó a su pariente, y con toda seguridad le formuló la siguiente pregunta: “Laíto, ¿cuál es el bateador en Santo Domingo que le pega más duro a la pelota?”, le dijo Chucho. La respuesta del ejecutivo del béisbol fue: “¡Oh! Diógenes Belliard...”. A lo que el hermano le ripostó: “Aquí en Imbert hay un jovencito que le da más duro”, a lo que Laíto respondió sonriendo, ¡ah, y tu vas a creer en pelotero de campo!”.

Unos meses después Laíto hizo caso a su hermano y Quique Cruz empacó maletas con destino hacia la capital con la única intención de desarrollar una carrera en el béisbol, con el fin de colocarse en su pecho el uniforme con el nombre de la República Dominicana y así representarla en eventos internacionales, meta que logró por 17 años, sin pensar buscar una firma para el profesionalismo.

“Era un gran reto que anhelaba conseguir, ser un integrante de la selección dominicana de béisbol y me tracé la meta de convertirme cada día en un mejor pelotero”, expresa Cruz, quien abrió las puertas de su hogar al Listín Diario para una entrevista junto a su esposa Elvira.

Quique, como todos le apodan, dice que pasó hambre, desilusiones, en ocasiones no tenía techo dónde dormir, pero enfrentó con entereza las adversidades, ni siquiera no incluirlo en la selección de béisbol que representó al país en los Centroamericanos de 1974 le hizo desmayar en su aspiración, con todo y que había conquistado el cetro de bateo en el torneo Doble A de ese año cuando ya jugaba para la Universidad Autónoma de Santo Domingo. “Le dije a Laíto que en algún momento acontecería que en base a mi trabajo integraría la selección”, señaló, y este mandato aconteció tan rápido como el año siguiente cuando revalidó el título de bateo de la capital y fue llamado al equipo nacional iniciando así el primero de sus 17 años en la selección de béisbol, de la cual fue uno de sus miembros más distinguidos.

Gratos momentos
De sus momentos más gratos como miembro del plantel dominicano rememora, el jonrón decisivo que conectó contra Tim Leary, que un año después se convirtió en un estelar lanzador de Grandes Ligas para dejar en el terreno a la selección de los Estados Unidos en la disputa por la medalla de plata en los Juegos Panamericanos de 1979.

También fue pieza vital para que República Dominicana conquistara la presea de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en La Habana, Cuba, en 1982. Además de muchos otros logros registrados en una de las carrera de mayor éxitos en la historia del béisbol amateur.

En 1977 y fruto de las grandes habilidades ofensivas que exhibía, recibió una oferta de tres mil dólares de los Gigantes de San Francisco para pasar al profesionalismo, pero tras consultar con su padre y con Tejeda le dijo a los ejecutivos de la franquicia de la Liga Nacional que preferiría continuar representando al país en lugar de probar suerte en el béisbol de Estados Unidos.

Esa era un tiempo donde no se pensaba que el béisbol remuneraría en gran dimensión a los peloteros. Sus principales registros en el país acontecieron con el uniforme de la UASD, pero también jugó y fue miembro de equipos campeones con el Colgate, Baterías Meteoro, Maprica.

También participó con el Ingenio Ozama y Montecarlo. En trece ocasiones fue miembro de conjuntos campeones.

UN TRIUNFADOR
Brillante como jugador de béisbol, sin dudas uno de los más consagrados de todas las épocas en el amateurismo, un gran entrenador y propulsor, exitoso como esposo y padre, que ha dado a la sociedad a cuatro talentos en diferentes quehaceres de la vida. Carolina, graduada de comunicación social en Boston College y laboró para ESPN en los Estados Unidos, Enrique Jr., quien jugó Grandes Ligas con los Cerveceros de Milwaukee, Elvis que jugó profesional con los Marineros de Seattle y Claudia que estudió modelaje y obtuvo el segundo lugar en el concurso de belleza Miss Mundo en el año 2004 en China. Quique también se destacó como ejecutivo en Colgate Palmolive donde se desempeñó como encargado de distribución y como colofón fue declarado hijo meritorio de su provincia Puerto Plata.

De manera paralela y ya con sus últimos años en el béisbol dio apertura a la Liga Quique Cruz, un experimento que inició con un puñado de hijos de empleados de Colgate a quienes entrenaba primero en el play de los Astroboys y luego pasaron al Club San Gerónimo.

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