WASHINGTON, DC.- Ante cientos de miles de peregrinos llegados desde todos los rincones de América, el Tea Party, la amalgama de grupos políticos y religiosos ultraconservadores, ha vivido un día de gloria. La excusa, "restituir el honor", reivindicar la vieja y dura América perdida desde que Obama llegó al poder, acaso desde mucho antes, desde los turbulentos sesenta o, de hacer caso al padrino del prodigio, el influyente locutor Glenn Beck, desde que Franklyn D. Roosvelt implantó el New Deal y, de paso, el socialismo en los desvanes de la Casa Blanca.
El ex-presidente Woodrow Wilson es otra de las bestias negras de un hombre que recomienda la lectura de W. Cleon Souken, autor convencido de que el comunismo mundial se había aliado con el gobierno de los Estados Unidos para destruir los valores de América.
¿Donde están los Lincoln y Washington de esta generación?
"¿Donde están los Lincoln y Washington de esta generación?", se preguntaba la voz en off mientras las pantallas de plasma combinaban imágenes de portaviones, rascacielos, banderas y tanques con paisajes helados, bosques y desiertos. "Aquí estamos, Dios", recitó un pastor descendiente de los pioneros que desembarcaron en el Mayflower, "pidiendo perdón por nuestros pecados, por la sangre inocente derramada, por los jóvenes con relaciones equivocadas".
Como un pastor en domingo, Beck arengaba al personal. Aseguró que "el secreto para resistir contra el tiempo es tener a Dios y a una buena esposa a tu lado".
La gente explotó cuando explicaba como "durante demasiados años América ha vagado por las sombras. Hoy hablaremos de sus virtudes, de lo que hemos logrado y de lo que conseguiremos mañana".
Poco después tomó la palabra Carny Jr., el coronel que preside la Special Operations Warrior Fundation, organización sin ánimo de lucro que ayuda a las familias de los miembros de las fuerzas especiales caídos en combate. Den Argel-Bastian, madre del capitán Derek Argel, muerto en Irak en mayo de 2005, lloró e hizo llorar con su discurso.
Palin pide restaurar el honor de América
Finalmente llegó el turno de Sarah Palin. "Debemos restaurar América y restaurar su honor", solicitó. "Como madre de un soldado podrás decirme lo que quieras, pero yo crié a un guerrero. Hoy honramos a todos los que luchan fuera por nosotros", sentenció. ¿Quién paga el precio de la libertad para que la disfrutemos? Soldados como Marcus, que en Afganistán, contra un enemigo terrible, enfrentados él y sus compañeros a la decisión de liberar o ejecutar a unos sospechosos que igual eran inocentes que podían revelar su posición, votaron por dejarlos ir, la opción de la misericordia, la única americana. Una hora después eran rodeados por un centenar de talibanes. Sólo Marcus sobrevivió".
A esas alturas la explanada era ya un ente colectivo, una inmensa mancha humana unida por la fe, la caridad y la esperanza, según el lema acuñado por Berck y, según afirma él mismo, inspirado por Dios. «En honor a su gesta», soicitó Palin, "en recuerdo suyo y en el de tantos soldadosen memoria de de tantos cono él peléemos por nuertro honor. Dios bendiga América".
Mil y una alusiones a Martin Luther king
Entre medias, mil y una alusiones a Martin Luther King, a quienes les acusan de usurpar su podio. En el Washington Post, por si había dudas, el reverendo Al Sharpton lo dejaba muy claro: "King quería un gobierno federal fuerte. Si algunos de estos tipos leyeran su discurso comprenderían que no quieren celebrar un sueño que en realidad desconocen".
Es posible, pero había que escuchar a una encendida Palin apropiándose graciosamente de la figura icónica, había que asistir a la oración del chamán indio que reclamó su propio sueño ("que los americanos, no importa su credo, acudan juntos bajo un mismo Dios verdadero") para comprender lo fácil que resulta manipular la historia, usar a discrección su reserva mítica, utilizarla a placer como ansiolítico fusta o viático colectivo.
"Aquí estamos", gritó "en una encrucijada de nuestra historia. Que este día sirva como punto de partida". Hablaba Palin frente a banderas de los días revolucionarios, carteles antiabortistas, Harley Davidsons y chapas de ex combatientes en Corea y Viertnam. A su ritmo, cientos de miles ronronearon ebrios de escudo, 'tomahawk' y bandera.
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