El 47 aniversario del derrocamiento del gobierno constitucional del profesor Juan Bosch encuentra irónicamente el país inmerso en una aguda crisis social y económica que se expresa en una fuerte inversión de valores, una impagable deuda pública interna y externa, un déficit fiscal sin precedentes, importantes estamentos estatales infiltrados por el narcotráfico y una ola de violencia que intranquiliza a la ciudadanía.
El 25 de septiembre de 1963 el país retrocedió en el orden político, social y económico, pero el mayor retroceso que produjo esa estocoda mortal al ensayo democrático iniciado siete meses antes, fue sin dudas en el orden ético y moral, cuyos efectos se expresan todavía en la mentidad y forma de actuar de los ciudadanos, y, específicamente, de la clase política.
El golpe de Estado contra el primer presidente electo democráticamente luego del ajusticiamiento del dictador Rafael Leonidas Trujillo en 1961, aniquiló totalmente las aspiraciones del pueblo de vivir en democracia, así como con el deseo del gobierno de acabar con la falta de institucionalidad y de pulcritud en el manejo de los recursos públicos, y con el irrespeto a los derechos humanos.
Dotado de una extraordinaria oratoria que lo llevó a ganarse inmediatamente el favor de las clases populares, que por primera vez comenzaron a entender el mundo que le rodeaba, Bosch ganó con casi el 60 por ciento de los votos las elecciones del 20 de diciembre de 1962 como candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Pero el gobierno de Bosch tuvo los días contados desde el mismo 27 de febrero de 1963 cuando el entonces líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) se juramentó como Presidente de un país al que había llegado tras el derrocamiento de Trujillo, luego de un prolongado exilio que lo llevó a residir en Cuba, Venezuela, Costa Rica y otros países.
Con un estilo muy personal en el manejo del poder, caracterizado por su honestidad y su incuestionable respeto por las instituciones, Bosch rompió todos los esquemas establecidos hasta entonces en la sociedad, impuestos específicamente durante casi 32 años de dictadura, pero -peor aún- aceptados como normales por un pueblo formado por una inmesa mayoría de ciudadanos analfabetas.
Su abrumadora victoria le permitió al destacado escritor controlar totalmente el Congreso Nacional, y de inmediato se abocó a producir una profunda reforma en el cuerpo jurídico de la Nación, que posibilitara extraordinarios cambios en el orden político, social y económico en favor de los sectores menos favorecidos.
Mediante la aprobación de importantes leyes y, específicamente, de la Constitución más avanzada de la historia republicana, Bosch instauró por primera vez un verdadero estado social y de derecho, al conceder a los dominicanos el derecho a la vida, a la libertad, a la alimentación, a la salud, a la educación, a la vivienda, al trabajo, a la recreación, a la expresión del pensamiento, a la sindicalización y hasta a la huelga, prerrogativas impensables pocos años atrás.
Su defensa irreductible por los recursos del Estado, llevó a Bosch a repudiar prácticas gubernamentales establecidas por otras administraciones tras la muerte de Trujillo, como la concertación de empréstitos lesivos a los intereses nacionales, el otorgamiento de contratos grado a grado, las comisiones en las compras estatales y toda forma de corrupción en el gobierno, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
Sin lugar a dudas, el nuevo estilo de gobierno de Bosch, extremadamente avanzado para una sociedad como la dominicana de entonces, sobre todo en plena Guerra Fría, motivó a los Estados Unidos, la iglesia Católica, los empresarios, gran parte de los militares y los policías a impedir, con su derrocamiento, los programas de desarrollo que procuraba ejecutar.
Esos llamados poderes fácticos utilizaron como excusa para derrocar a Bosch, su supuesta adhesión a las ideas Marxistas y su simpatía hacia el líder cubano, Fidel Castro. Los métodos fueron diversos, pero todos encaminados en una misma dirección: Las continúas marchas de reafirmación cristianas, las constantes huelgas generales de comerciantes y su vinculación con un supuesto intento de golpe de Estado en un país vecino.
Durante las semanas previas al golpe de Estado, el país fue testigo de incontables marchas en favor de una supuesta reafirmación cristiana promovidas por figuras importantes de la iglesia Católica y sectores vinculados a la Unión Civica Nacional, a cuyo candidato Viriato Fiallo, Bosch derrotó en las elecciones.
Pero sin dudas un bochorno mayor lo constituyó la participación de los jefes militares dominicanos al permitir, sin autorizacion de Bosch, el entrenamiento en Sierra Prieta de supuestos insurgentes haitianos dirigidos por el general León Cantave con la alegada intención de derrocar al dictador Jean Claude Duvalier.
Este nuevo aniversario del golpe de Estado también encontró al país inmerso en la polémica surgida por la publicación del libro ´La democracia revolucionaria´, de René Fortunato, cuyo prólogo escrito por el historiador Frank Moya Pons contiene opiniones que molestan a la alta dirigencia del Partido de la Liberación Dominicana por la supuesta incapacidad de Bosch para manejarse en el poder, sus elegados devaneos en su manejo político en sus años posteriores y sobre la enfermedad de alzheimer que le afectó durante varios años hasta la hora de su muerte en 2001.
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