Tuvo 17 embarazos, pero sólo conservó siete hijos. Perdió la suma de los nietos. De los biznietos, cuenta que hay unos 30.
“Ay, mija, eso lo aprendí de mi mamá, que era una comadrona de línea. Yo me puse a aprender y salí con una oportunidad dichosa.
Nunca se me perdió un niño de los que yo cogí. Aquí se enfermaban los niños y se morían. Desde que yo aprendí a ser comadrona no se ha muerto un niño jamás”, recuerda la menuda mujer, que a sus 83 años conserva ánimo jovial y una lucidez envidiable.
Botoncillo, con unas 48 viviendas, se quedó detenido en la época de 1940, cuando Matilde Rosa Delgado o Mamá Posita inició sus labores de partera. Las humildes viviendas de esa sección de Padre Las Casas son de madera o tejamaní, con techo de zinc y algunas con piso de tierra. La gente recoge leña para encender los fogones de la cocina. Hace poco que se instalaron los cables de la energía eléctrica.
Para llegar donde doña Posita se cruza el río al Medio y se sube un empinado camino pedregoso. La clínica rural más cercana a Botoncillo, inaugurada en 1993, se encuentra a unos ocho kilómetros, en el distrito municipal Las Lagunas.
Desde el último parto de Mamá Posita han pasado dos años. Abandonó esas labores por los dolores que le provocan el reumatismo en los brazos y las manos. Pero conserva los escasos utensilios que hacen falta para recibir un niño, “por si se presenta una emergencia”.
Sus manos son la principal herramienta. No requiere ayudantes. Tiene una cubeta que llena de agua tibia, una pequeña toalla y una tijera para cortar el cordón umbilical.
“Yo lo que tengo es entendimiento. El Señor, Dios, es que me ha ayudado a hacerlo todo decentemente y con orden. Esto es un don”, apunta.
Felicia García, de 48 años, y Nery Delgado, de 43, también son comadronas en Botoncillo. Corroboran lo que dice Posita de que se trata de un don de Dios, porque ellas tampoco recibieron prácticas. Dicen que la demanda ha bajado bastante porque las mujeres prefieren los hospitales.
Estadísticas del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social reflejan que el 98 por ciento de los partos son institucionales, es decir, que se realizan en hospitales o clínicas. Las cifras que restan no registran los niños que nacen por comadronas, porque el Ministerio desconoce esa figura. Sólo cuentan aquellos bebés que la madre dio a luz de manera fortuita, que por alguna razón no le dio tiempo de llegar al centro de salud. Esa es la que pare en el camino, en el carro, en la calle o en una guagua.
Melania Mateo, que parió tres de sus cinco hijos asistida por comadrona, recuerda la calidez y el buen trato que recibió de esa figura. “Era mejor que parir en una clínica. Las enfermeras no tienen esa paciencia que tiene una comadrona”, opina.
Testimonios
Felicia García
Comadrona
Yo uso aceite dulce para darle masaje al vientre. Voy chequeando como avanza el niño y le voy diciendo a la madre qué es lo que tiene que hacer para que el bebé salga. Le digo que esté tranquila”.
Nery Delgado
Comadrona
No cobro ni un centavo por ayudar a una mujer a parir. Dios nos ha dado ese don para que ayudemos sin interés. Es una alegría para mí cuando tomo en mis manos un niño. Esa es la satisfacción más grande”.
Abraham de León
Nació con partera
Aquí todo el mundo quiere a Mamá Posita. Míreme la edad y todavía le beso la mano. Le vengo a dar su vuelta, porque eso me enseñaron desde chiquito. Yo la veo como mi mamá. Ella es mi mamá de ombligo”.
Respeto
Las comadronas recibieron a la mayoría de los niños que nacieron a finales de los años 40 en el país, cuando todavía no había especialidades médicas en el área de atención a la mujer.
Los primeros pediatras y ginecobstetras se graduaron en el extranjero, en 1960, indica José Deláncer Despradel, director materno infantil del Ministerio de Salud Pública. “En 1970 se crearon las primeras residencias de esas especialidades en el país”, dijo. El niño que nace con una comadrona es educado con la concepción de que debe prodigarle el mismo respeto y amor que dispensa a una madre.
La partera se encarga de dar seguimiento a la madre y al bebé después del parto. Durante los 41 días que ellas determinan deben estar “de riesgo”, cuidan de que la madre no “coja sereno” ni se lave la cabeza. Doña Posita se encarga de prepararle remedios para limpiar el organismo de las recién paridas.
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