La tarde invitaba a un cielo encapotado, la tormenta Ernesto, había dejado sus huellas dilatadas, su pereza pluvial en ciernes.
En una jornada anterior, Félix Sánchez, frente a las cámaras, ya había convocado a su pequeño país, en las pantallas que desde Londres, capital del viejo imperio, transmitían.
Había logrado calificarse para lo que luego sería su bella hazaña, el triunfo que a veces los colectivos nacionales necesitan para una cohesión interna para saber que son una nación, porque en estos tiempos, más que nunca, el deporte marca la pertenencia a un conglomerado. En aquella ocasión miró la cámara y lanzó un grito de guerra nacional: "Eto ta listo coño"...
Nunca un coño fue más cómico nacional e internacional que esa vez, y reímos todos con cariño...Su amor por el plátano maduro, sería otra historia...
El 6 de agosto en la tarde la pequeña nación del Caribe esperaba ese respiro de 400 metros, aplausos, vallas y un sólido llanto de júbilo nacional. Luego de las elecciones turbias, el único acto de unidad nacional que nos ha acercado a un gesto de país unido por un joven a quien su abuela, hace muchos años en los Estados Unidos, le había enseñado con ternura y candor la noción simple de patria y aspavientos, como sólo suelen hacer la gente humilde y de campo.
El país se hizo cadena de buenos deseos ante las pequeñas pantallas, nunca todos y todas fuimos tan buenos ni la autenticidad de la alegría fue más hermosa y sublime.
En el 2004 ya Félix Sánchez había ganado en los juegos Olímpicos celebrados en Grecia una medalla de oro. De él existe una interesante foto ilusionada con los laureles de los antiguos emperadores helénicos.
Llegó el día y la cita, que fue ayer. Con estrategia maestra lo logró de Nuevo, y la pequeña nación del Caribe fue un regio aplauso de casi 48 mil kilómetros cuadrados, porque a todos y todas, eso nos concernía, nos secuenciaba una razón de ser, nos recordaba algo en común que nos une, a pesar de nuestras y dolorosas diferencias políticas...
Félix en el dolor del esfuerzo logrado, en un intimismo de escena especial, se aisló del mundo y en el suelo de la pista besó la foto de la abuela, el motor afectivo esencial de su triunfo, vinculado a una pequeña nación del Caribe, de la que él (con sus hilarantes dificultades lingüísticas) se siente parte y defiende con una auténtica noción de inapreciable folclor de gestualidad y palabras.
Gran Fínale:
El estadio Olímpico de Londres no estaba en la ruta de la tormenta Ernesto, pero el cielo allí también estaba encapotado.
La ceremonia de premiación tuvo lugar. El jefe de sala de la televisión, control master, se dio banquete con tomas asociativas, fundidos encadenados y amplias panorámicas del público.
Félix ya estaba en el pódium supremo. El asomo de llanto ya era perceptible, un mar de recuerdo inconfesables le embargaban, estaba frágil y en ese justo momento vivía esa gran soledad del corredor de fondo en la triste dialéctica de estar acompañado por su pequeña nación del Caribe, por el público de Londres y al mismo tiempo sentirse solo, porque los aluviones de recuerdo familiares que lo marcaban en un excelente momento de gloria postrera de gran compromiso con una pequeña nación del Caribe, que lo esperaba...
El Himno Nacional suena en todos los televisores del mundo. La cámara hace una toma inicial del llanto de Félix Sánchez, mientras la cámara 2 muestra la bandera subiendo al tope del asta, rostro y bandera se hacen uno y Félix Sánchez sigue en el desconsuelo total, el público internacional, sensible en estas jornadas , lo advierte y de repente una ola de aplausos se escuchan.
Comprendemos entonces la majestuosidad del himno cuya estructura musical, fuerza y sonoridad (pese que el formato de ejecución musical no era de banda y tenía un toque sinfónico de violín), otorgan a la acción que vemos un mayor esplendor, fueron segundos, pero en el siglo XXI, serán los más importantes de la República Dominicana.
Era una tarde de Agosto, en cierta manera, todos lloramos con Félix Sánchez, desde una pequeña nación del Caribe, difícil, torva, pero la nuestra, irrenunciable, gracias Félix Sánchez, tu gesto nos hace más país de lo que pensamos.
Nunca un llanto colectivo, tuvo más valor y trascendencia, en una tarde, desde una pequeña nación del Caribe, la nuestra.DE ACENTO.COM.DO
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