NUEVA YORK._ La fiscalía de Manhattan y el Departamento de Policía (NYPD), esclarecieron esta semana, los asesinatos de dos mujeres neoyorquinas, perpetrados en 1971 y 1977 y de los que las autoridades acusan al sicópata de origen hispano Rodney Alcalá, quien aguarda turno en el Pabellón de la Muerte de una cárcel estatal en California para ser ejecutado. Alcalá, considerado por las autoridades de Los Angeles como uno de los asesinos en serie más peligrosos de los años setentas, fue condenado a pena capital y la fiscalía local, ha pedido su extradición oficial desde California a esta ciudad para presentarlo formalmente ante un juez.
Alcalá, presuntamente mató a la asistente de vuelo (azafata) de la entonces aerolínea TWA, Cornelia Crilley y Hellen Hoover, cuyos homicidios habían sido relegados a la Unidad de Casos Fríos de la policía, pero la fiscalía los desempolvó, dando con el autor de los crímenes.
Luego de que por décadas, esos archivos fueran revisados sin éxito, las autoridades volvieron a investigar luego de la reciente condena de Alcalá en California. Los restos de la azafata, fueron hallados en una finca de un suburbio fuera de la ciudad.
Alcalá, fue declarado culpable por estrangular a cuatro mujeres y una niña de 12 años en 1970 en California, era fotógrafo aficionado y las autoridades allanaron su residencia luego del veredicto, encontrando más de 100 fotografías de mujeres jóvenes y niñas, entre las que se encontraban las de las dos mujeres asesinadas en Nueva York.
Los fiscales dijeron que se contempla conectar a Alcalá con crímenes de mujeres en otros estados. Aunque desde el principio, Alcalá era sospechoso por los homicidios de las neoyorquinas, no fue sino hasta hace poco que la fiscalía pudo reconstruir los casos en coordinación con las autoridades californianas.
En 1979, fue sentenciado dos veces a muerte por el asesinato de una mujer joven, pero la sentencia fue revocada en una corte de apelación. Basándose en pruebas de ADN y otras evidencias, los fiscales volvieron a presentar acusaciones contra el asesino en serie en el 2006.
En los juicios, los acusadores presentaron a Alcalá como un sicópata con predilección a torturar primero a sus víctimas a sangre fría, en algunos de cuyos homicidios, utilizaba una pinza de dientes y un martillo. Luego de matarlas, las fotografiaba desnudas en poses sexualmente provocativas.
Actuando como su propio abogado, se defendió incoherentemente, tratando de crear dudas sobre el testimonio de la madre de una de las víctimas.
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