Ya el pregonero criollo no está sólo en las tradicionales ventas callejeras. Ahora tiene la compañía de nacionales haitianos de distintas edades, que compiten en las ventas de cocos de agua, tarjetas para llamadas telefónicas, vegetales y frutas de todo tipo.
Las avenidas más importantes de la capital, hacen las veces de amplios puntos comerciales que no les pertenecen a nadie y que a la vez son de todos los que ganan su sustento incursionando en este tipo de mercado informal.
Es una realidad innegable: dominicanos y haitianos comparten no solo una misma isla y una historia común, sino un espacio comercial no regulado donde los segundos son mayoría.
En avenidas como la Nicolás de Ovando, que cruza la capital de Sur a Norte, el poder supremo en las ventas de comestibles, agua, jugos y chucherías diversas lo tienen los haitianos.
En esa transitada vía, de cada diez venduteros, al menos ocho son haitianos.
Vendedores que corren entre vehículos del transporte público ofreciendo productos que sirven para saciar el hambre, sed o simples antojos de los pasajeros.
Como cualquier otra actividad comercial, los haitianos inventan y reinventan formas de hacer atractivas sus mercancías.
El mejor ejemplo ocurre con la venta de naranjas. Para desplazar a los dominicanos, quienes antes vendían esta fruta en fundas previamente preparadas, los haitianos organizan grupos de hasta cuatro personas.
Así, mientras uno pela naranjas, uno las enfunda y otros se encargan de venderlas.
En principio, cuando la presencia haitiana en tierra dominicana no era tan grande, esos extranjeros se dedicaban casi exclusivamente a la venta de maní y dulces derivados de este grano. Hoy, el repertorio de ofertas se ha diversificado con ventas de relojes, carteras, extensiones para cabello, accesorios de vehículos y teléfonos celulares, agua en botella, ropas, quesos, panes, dulces, galletas y chocolates.
Dada la ‘invasión’ de haitianos en el mercado informal, los dominicanos que quedan en esta actividad, generalmente venden mercancías como forros para guías de vehículos, accesorios para celulares, dulces y alcanfor en barra.Los pequeños limpian vidrios
En las mismas avenidas e intersecciones donde los haitianos venden de todo como en boticas, los más pequeños igualmente dedican el día y gran parte de la noche a limpiar cristales de vehículos, sin importar los riesgos.
Antes, este oficio era realizado solamente por menores y, más tarde, por adultos dominicanos.
Esto último es de fácil apreciación, pues basta con recorrer avenidas como la 27 de Febrero, Máximo Gómez y John F. Kennedy.
Otro grupo también en crecimiento, y que en cierto modo desplaza a los dominicanos, está representado por haitianos contratados para cuidar las instalaciones de lujosos residenciales y condominios.
Sin registros oficiales
El Gobierno dominicano ni las organizaciones que trabajan con inmigrantes han podido contabilizar los haitianos residentes en República Dominicana. Mucho menos los que viven del negocio informal.
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